Textos y fotos Pepa García
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Bruselas. Arte y Gastronomía

Bruselas, la capital belga, es una de las apuestas seguras a la hora de elegir un destino de fin de semana o para un largo puente durante cualquier estación del año. Sus atractivos pasan por casi todas las temáticas, pero dos de ellas, arte y gastronomía, llaman nuestra atención y han motivado que nos acerquemos una vez más a la misma.

No tiene ningún mérito que nos gusten las cosas bonitas pero, aún así, reconocemos disfrutar increíblemente de los largos paseos por la zona monumental bruselense, por los alrededores de la Grand Place –que por algo forma parte del patrimonio de la Unesco desde 1998–. No importa que nos acompañe una suave llovizna o que luzca un sol cálido, es un placer deambular por el epicentro histórico de la ciudad, gofre en mano (saboreando el auténtico, el de Bruselas, sin el artificio del típico de Lieja, con frutas y helado). En la época navideña la plaza se llena de música y luces proyectadas en los edificios circundantes, un añadido extra a esta maravilla de plaza.

Cervezas para todos los gustos

El primer propósito en esta escapada que os proponemos es tomar el pulso gastronómico a Bruselas a través de algunos de los productos que más la identifican. Comenzaremos por la cerveza, que ocupa un lugar de honor, un producto que no nos limitaremos a degustar sino que también nos hemos propuesto conocer un poco más en profundidad. Un buen lugar para ello es Moeder Lambic, una cervecería con una carta que recoge más de 600 referencias. Os recomendamos realizar una cata –si puede ser guiada por Jan Hummler, el propietario del establecimiento– para aprender un poco más sobre el proceso de fabricación y reconocer sabores tan originales como el de bacon o los frutos rojos. El maridaje con productos como el queso es, además, una experiencia muy interesante dado que estamos acostumbrados a hacerlo habitualmente con el vino.



Los mejillones también cuentan con un lugar de honor en Bruselas. Entre los muchos establecimientos donde degustarlos destaca Chez León. Su historia se remonta a 1893, cuando León Vanlancker abrió un pequeño restaurante con cinco mesas en la rue des Bouchers. Desde entonces, las siguientes generaciones han trabajado duro para extender el negocio y continuar manteniendo la calidad que brindaba su fundador. El establecimiento, ubicado cerca de la Grand Place, ocupa varias casas antiguas y se extiende por recovecos laberínticos. Los grandes cuencos de mejillones al vapor desfilan entre las mesas mientras el murmullo de los comensales aportan la banda sonora para sentirse como en casa. Se pueden acompañar de patatas fritas, otro de los clásicos de esta ciudad, o bien comprar las patatas en puestos callejeros –llamados también friteries o fritkost– donde las sirven en un cartucho de papel.
 

Bombones que parecen joyas

El chocolate es otro de los productos que identifican a Bélgica. Los paladares más golosos se verán tentados continuamente con los escaparates de las chocolaterías donde los bombones son tratados como auténticas joyas. Las tentaciones en forma de pralinés te asaltan con exquisito gusto en las estilosas galerías reales de Saint-Hubert (una visita muy recomendable).


Con nombre propio y muy conocidas son las chocolaterías Neuhaus, cuyo maestro chocolatero, Jean Neuhaus, inventó en 1912 los famosos pralinés, mientras que su mujer, Madame Louise, se entretenía en crear el “packaging” adecuado (sin duda un buen equipo). Si no nos conformamos con mirar y queremos aprender a realizar nuestras propias tentaciones una sugerencia es ir a la chocolatería de Laurent Gerbaud, un maestro artesano que supone la renovación de los chocolateros tradicionales y que ofrece delicias donde el chocolate, las especias y las frutas entran en sintonía. En su tienda- taller de la calle Ravenstein, Laurent comparte con humor, ante atentos alumnos, algunos de sus secretos mientras explica el origen del cacao con el que trabaja y les instruye en su creación y decoración. Una experiencia muy interesante que se puede realizar en pequeños grupos por un módico precio.


Si se quiere tomar el aperitivo, un lugar muy recomendable y animado es Mer du Nord (imagen superior izq.), en una esquina de la plaza de Sainte- Catherine. Degustar de pie, junto a la barra, una ración de mejillones u otro molusco (se suelen tomar crudos acompañados de pan con mantequilla) es uno de los must en Bruselas. Para comer sentado en locales con mucha personalidad es interesante acercarse primero al barrio de Châtelain y, concretamente, al restaurante La Quincallerie (imagen superior dcha.), para muchos la mejor marisquería de la ciudad. El look industrial y su reloj inspirado en Regreso al Futuro son el escenario ideal donde tomar unas suculentas ostras, acertadamente expuestas a la entrada del local.

 

Y la segunda referencia es Graam, un establecimiento abierto recientemente donde su chef, Erwan Kenzo Nakata, ofrece a los comensales atractivas elaboraciones (imagen superior). Es más difícil encontrar mesa por la noche, por lo que puede ser buena idea conformarnos con un rico almuerzo en un ambiente más tranquilo.


Museos y galerías, una para cada día

En Bruselas podríamos estar muchos días sin repetir la visita a un museo o galería de arte dada su elevada concentración. Se pueden encontrar desde grandes pinacotecas como BOZAR, el Palacio de Bellas Artes, el Museo Magritte a otros tan originales como el de Instrumentos Musicales (mim) situado en los edificios Old England (unos antiguos almacenes de estilo art nouveau muy frecuentados a finales del siglo XIX por los bruselenses de alta alcurnia). Aunque no se tenga intención de pasear por sus salas –realmente muy tentador porque cuenta con una colección de más de 1.500 instrumentos–, es un placer observar la arquitectura del edificio, disfrutar de las vistas desde el piso superior o acudir a su restaurante panorámico acristalado.


Como curiosidad indicar la posibilidad de recorrer los sótanos del antiguo palacio de Coudenberg y la calle de Isabel, ahora subterránea pero que en su día estuvo al aire libre. Muchos de los hallazgos arqueológicos se han localizado en los retretes del palacio ya que las vasijas rotas y otros enseres se desechaban tirándolos a las letrinas, donde se han conservado hasta ser localizados en las excavaciones.


Dos atractivas sugerencias que se salen de lo habitual son Villa Empain  y La Maison Particulière. La primera de ellas, Villa Empain (Avenue Franklin Roosevelt, 67) una joya arquitectónica de estilo Art Déco construida en 1930, acoge a la Fundación Boghossian. Es muy interesante la labor de este organismo que promueve el diálogo entre las culturas de Oriente y Occidente. La próxima exposición “Heaven and Hell. From magic carpets to drones” tendrá lugar del 6 de marzo al 6 de septiembre de 2015.


La Maison Particulière (Rue du Châtelain, 49), por su parte, es un centro de arte privado que muestra a modo de museo –no se pueden adquirir las piezas expuestas– una serie de obras aportadas por coleccionistas privados. Las muestras giran en torno a un hilo argumental por lo que es una oportunidad muy interesante de disfrutar de la visión de diversos artistas en torno a un tema. La vivienda, que consta de tres plantas, también cuenta con un agradable patio donde los visitantes pueden oxigenarse tras un atracón de arte. Hasta el 29 de marzo exhibe un conjunto de obras agrupadas bajo el nombre “Obsesión”, y del 23 de abril al 5 de julio se podrá admirar la exposición “Icon(s)”

De esta agradable manera, tras haber dado buena cuenta de cervezas, bombones, mejillones, galerías y museos, terminamos nuestra escapada a Bruselas.

 

Para tomar nota:

Más información: Turismo de Bruselas

Cómo llegar: Brussels Airlines cuenta con varias frecuencias desde España a Bruselas a precios muy competitivos. 

Dónde alojarse: Hilton Brussels Grand Place. Está localizado en el centro histórico de Bruselas, a un paso de la Grand Place, y cuenta con unas instalaciones modernas y confortables. Dirección: Carrefour de l'Europe 3.


 

Texto y fotos: Pedro Grifol

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Texto y fotos: Jordi Jofré

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