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EXPEDICIÓN A LA PATAGONIA CHILENA

Uno siempre piensa que las carreras extremas es cosa de superhombres; pero cuando convives con estos atletas durante sus proezas te das cuentas de que son muy humanos. Sí, sufren, padecen, jadean, sudan e incluso aprietan los dientes ante una cuesta pronunciada

....pero su capacidad de superación a veces parece enmascarar todo esto y les diferencia del resto de los mortales.

PATAGONIAN EXPEDITION RACE. Deporte extremo en parajes indómitos

Uno de estos eventos deportivos, la Wenger Patagonian Expedition Race, está considerado como uno de los más duros del planeta. Ya solo su ubicación al final del mundo da buena cuenta de ello: la Patagonia Chilena. Esta tierra salvaje esta plagada de tesoros naturales: desde la bravura del estrecho de Magallanes hasta las nieves de la Cordillera de Darwin, pasando por la infinita pampa de la Tierra de Fuego o las gélidas aguas del Canal de Beagle… Un sinfín de parajes donde lo indómito está a la orden del día.

 

Pasen y vean hasta donde puede llegar alguien con tal de comprobar donde está su límite.
 
 

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Partiendo de Punta Arenas el día 9 de febrero, la expedición atravesó buena parte de los ecosistemas de la Patagonia chilena, un recorrido que en total sumaba aproximadamente 600 kilómetros y donde los participantes mostraban su destreza en disciplinas muy variadas. Así, corrieron, pedalearon, reptaron, escalaron y aletearon por lugares solo vistos por afortunados –y valientes– aventureros. Desde el primer momento se destacaron los equipos más fuertes. En cada PC –Punto de Control– los puestos se alternaban por momentos. Allí es cuando se veía como se cambiaban, como bebían, como juraban en arameo, comprobabas como las ojeras crecían y crecían ante la falta de sueño, como la compenetración en los equipos era fundamental para no perder tiempo… Preguntabas cómo había ido la cosa y te respondían con un buff , un ok o un levantamiento de ceja con tintes halterofílicos; escuchabas como casi imploran a la organización poderse cambiar de ropa bajo un techo, se te iba el alma por no poder ayudarles... Supongo que a menudo se les pasó por la cabeza pensamientos del tipo: “que diablos hago aquí”, “quién me manda venirme al fin del Mundo para esto”…  pero también pude intuir la satisfacción cuando atravesaban la línea de meta. Por cierto, en esta edición han ganado por segunda vez consecutiva los ingleses – Helly Hansen-Prunesco–  y “tan solo” un 50 % de los equipos participantes han conseguido completar el recorrido estipulado. Este es un hecho remarcable, pero a mi me llamó más la atención las historias humanas.

 

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Resulta curiosa la trayectoria de los expedicionarios americanos. Pueden presumir de haber contado con el participante más longevo, 56 años. Aparte de este título honorífico, es el padre de otro integrante del equipo que, a su vez, repitió experiencia demostrando que haberse perdido durante varios días el año pasado no es motivo suficiente para amedrentarse. Nuestra representación ha logrado un muy destacable segundo puesto y eso que era la primera vez que se atrevía con esta carrera. Haciendo honor al tópico de la dureza de los vascos, su carrera ha sido encomiable, siempre a la cabeza del grupo. Nunca olvidaré la entereza de todos ellos, encabezados por su capitán Jon Ander que siempre tenía fuerzas para bromear y mantener alta la moral de sus compañeros, incluso cuando tuvieron que quitar el plato medio de la bici con una buena ristra de kilómetros por delante.

 

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Quizás se pregunten quién es el artífice de todo esto. Stjepan y Anne son las cabezas visibles de toda la logística que hace posible esta carrera de locos. Ella, deportista de elite, es una antigua ganadora del evento. Les recuerdo que cada equipo debe estar compuesto por cuatro integrantes y que al menos uno de ellos debe ser una mujer. Pues bien, nuestra amiga germana telefoneó en su día a última hora para saber si podía competir, con tan buena suerte que justo un equipo necesitaba una mujer. Y parece que se se les dio bien.  Él, geólogo de profesión, es el fundador de la Wenger Patagonian Expedition Race. Muchos pensaron que era imposible que materializase su fantasía  de crear una carrera internacional por estos parajes salvajes. Juntos aportan mucho trabajo sin perder la ilusión y conforman una pareja que, junto a otros muchos profesionales y voluntarios, consiguen que funcione todo el engranaje de una máquina que muchas veces también tienen que competir contra las mismas condiciones imprevisibles de la Patagonia.

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Al final lo que resulta de todo esto es un compendio de esfuerzos y energías que no deja indiferente a quien tiene la suerte de seguir esta carrera extrema. Además, si rascamos un poco, veremos que la filosofía que esconde es también muy loable. Podríamos resumirla como el intento de conservar la Naturaleza, en este caso aquella que sobrevive al final del Mundo, dándola a conocer a través del deporte. Una de las maneras para conseguirlo es promover el turismo sostenible. Lo que no es sencillo es que volvamos a contemplar algunos de los parajes con los que fueron embelesadas nuestras retinas.



No podemos terminar estas líneas sin mandar un abrazo a los amigos chilenos que conocimos y de los que hemos aprendido tantas cosas, entre ellas, la capacidad de recuperación ante una gran desgracia natural como fue el terremoto que sacudió el país.






 

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Texto y fotos: Editorial Viajeros

Encajonado en una alargada lengua de tierra entre el Pacífico y los Andes, el territorio chileno es una de las pruebas más fehacientes de la variedad terrenal. Volcanes desérticos, géiseres y flamencos conviven con extensos lagos, archipiélagos y canales surcados por marineros; islas de fuego y reductos de pingüinos compiten en belleza con glaciares y elegantes guanacos que se creen, con perdón de los gauchos, los reyes de la pampa.

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