OVIEDO. Origen de Arte y Cultura.

Así emociona al publico Rodolfo en el Teatro Campoamor con esta extraordinaria obra de Giacomo Puccini. Donde los hombres y mujeres que transitan por esta genial ópera viven, sobre maderas podridas y escaleras desgastadas, una vida llena de libertad y de sentimientos, que logra, aún hoy en día, ponernos un nudo en la garganta. A La Bohème le seguirá, en esta temporada de ópera en Oviedo, Lucrecia Borgía y La Cenicienta. Será Adriana Lecovreur la encargada de cerrar la temporada el 5 de febrero.

Como se suele decir en el ámbito de la gastronomía, lo importante son las materias primas y la urbe cuenta con las mejores, en todos los aspectos. Es, en sí misma, una tentación cultural. Fue la inspiración para Leopoldo Alas Clarín, en La Regenta, y un lugar muy especial para ese gran director de cine que es Allen, para quien este enclave es una fantasía... y con Príncipe, además, tal y como destacó al recibir el, denominado en ese momento, Premio Príncipe de Asturias, en 2002. Dicho galardón, uno de los más importantes que se otorgan en nuestro país, tiene como escenario el Teatro Campoamor, que es, junto con el Auditorio Príncipe Felipe, escenario de las principales propuestas de la intensa actividad de Oviedo. El cual se ha convertido en un referente nacional para los aficionados a la ópera, los conciertos, el teatro, la zarzuela y otras disciplinas.

Esta intensa actividad cultural se completa con el ambiente que respira la ciudad, un auténtico museo al aire libre. Así, se encuentra repleta de esculturas que los visitantes aprovechan para admirar y fotografiar. Ana Ozores se escapó de La Regenta, el famoso libro de Leopoldo Alas Clarín, para vivir ya para siempre en Oviedo. Ubicada cerca de la catedral de San Salvador, invita a pasear por las calles del casco antiguo de lo que para ella fue Vetusta.

Otra de las estatuas más fotografías de la ciudad es La Maternidad. El artista colombiano Fernando Botero quiso dejar su huella y para ello nada mejor que una de sus rotundas damas de bronce acompañada con su rollizo bebé, que se puede contemplar en la plaza de la Escandalera. 

 Woody Allen también deseó estar presente en lo que para él es “un lugar especial, como si no fuera de este mundo, como un cuento de hadas”. La figura de Allen caminará ya para siempre entre los transeúntes por el centro de la urbe.

La Lechera aparece como homenaje a las mujeres que hasta los años setenta del pasado siglo XX trabajaban como lecheras, llevando con sus burros la leche que distribuían por el casco urbano de Oviedo.

Dominando la perspectiva de la plaza de Porlier, mirando hacia la Catedral, se encuentra El Regreso de Williams Arrensberg, conocido como El Viajero, del asturiano Eduardo Úrculo, en su momento la estatua más famosa de la ciudad y la que inició la costumbre de fotografiarse junto a las esculturas.

Muchas de estas esculturas son punto de encuentro extraoficial de los ovetenses, también llamados carbayones.

Pasear por sus calles trasmite el sabor y el aroma de su trayectoria, trasladándonos a sus orígenes en el siglo VII, a su recinto amurallado, a la ciudad medieval y a la Catedral. Oviedo ha sabido conservar su patrimonio, mejorándolo con paciencia de artesano, en perfecta sintonía con el pulso actual de una urbe moderna y cosmopolita.

Y es que en Oviedo todo está a un paseo, una ciudad fácil de visitar y de disfrutar. En pocos metros te encuentras rodeado de diferentes siglos de historia, tan sólo hay que pararse un momento a escuchar lo que te quieran contar. Y para muestra, un botón... Si te alojas en el Hotel de la Reconquista, -Monumento Nacional del siglo XVIII y excelente anfitrión de los invitados a los Premios Princesa de Asturias y de la Familia Real-, y te apetece una noche en la ópera, será un paseo de apenas 10 minutos lo que te separe del Teatro Campoamor.

Además, todo esto sucede desde que pisas la ciudad, pues es un lugar en el que, hasta su estación emana cierto encanto.

El conjunto monumental de edificios prerrománicos está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en el que destacan iglesias como la de San Julián de los Prados. Construida en el siglo IX, "Santullano" es la de mayor tamaño que se conserva del prerrománico español. Verdaderamente sorprendente el perfecto estado en el que ha llegado a nuestros días.

A cuatro kilómetros de la ciudad, emerge el Monte del Naranco, donde en un día afortunado de sol, la estampa de sus vistas se antoja como en una postal. Allí encontramos las iglesias de San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco. Originalmente Santa María fue construida y destinada a servir como Palacio, de ahí su imperiosa cercanía con la Iglesia de San Miguel de Lillo, ambas edificadas a mediados del siglo IX por el rey Ramiro I. Su visita es un verdadero viaje en el tiempo y la historia, perteneciente a un lujo, en cuanto a enriquecimiento cultural y personal, que no nos atrevemos a clasificar. No olvides anotar esta parada como imprescindible e incluso obligada.

Por supuesto, Patrimonio de igual modo se le otorga a la Cámara Santa, el corazón de la Catedral, donde se custodian joyas y reliquias como el Santo Sudario, la Sandalia de San Pedro y la Cruz de la Victoria. 

Una visita a este enclave no sería completa sin la degustación de unas fabes y un vasito de sidra. Que en Asturias se come bien no es ningún secreto. Su mar, campo y montaña ofrecen todo lo que uno pueda desear, con la calidad de las mejores materias primas: fabada, potes, mariscos (centollo y percebes), pescados (merluza y pixín), carne roxa y, por supuesto, una gran variedad de quesos artesanales (más de 40), que hace de Asturias la pequeña Suiza.

La gastronomía asturiana es uno de los tesoros de Oviedo. Una tabla de quesos, un plato de callos y para terminar, un tazón de arroz con leche puede ser el almuerzo perfecto para un día de visita a la ciudad. A media tarde, una tarta de almendras, un brazo de gitano o unas milhojas de crema; cualquiera de estas delicias puede convertirse en una buena merienda. Y por la noche, no pueden faltar unos culines de sidra en cualquiera de las sidrerías que llenan la ciudad. La calle Gascona, conocida como el Bulevar de la Sidra, es el lugar perfecto para disfrutar de esta típica bebida.