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ANDALUCÍA. 15 playas de ensueño

El litoral andaluz atrae cada año a miles de visitantes que acuden en busca de playas extensas, arenas doradas (o no), chiringuitos, buena mesa y mejor ambiente. La costa de la comunidad más meridional de España nos invita año tras año a relajarnos y divertirnos en la misma medida. Aquí os ofrecemos un listado de nuestras playas favoritas, aunque muchas otras también merecerían estar en la misma.


Mi primer recuerdo del mar es de Cádiz.

Yo era un niño “de interior” y tenía sólo cinco años. En mi memoria se entremezclan recuerdos de muchas nuevas y placenteras sensaciones: mi primer viaje largo en tren, durmiendo en litera; mi primera visión del océano; subir a un barco para disfrutar del agradable paseo entre Cádiz y El Puerto de Santa María, en el desaparecido Vaporcito… También recuerdo la imagen de un arenal urbano dorado, flanqueado por las blancas formas de un viejo balneario. Bajo él, casetas de rayas de colores que protegían el pudor de los bañistas al cambiarse. Y tampoco he olvidado la imagen de mi madre ayudándome a hacer castillos con la arena, emulando las formas del fortín que cierra la playa (el castillo de San Sebastián). Añoro el intenso olor a yodo (que durante años asocié a los camarones, servidos en cucuruchos de papel encerado) y la caricia de la fresca brisa atlántica… Y, sobre todo, me queda el asombro que me produjo el bullicio, la alegría de aquel lugar. Tardé más de 25 años en regresar. Eso sí, desde entonces, la playa de La Caleta es una de mis favoritas del litoral andaluz. Porque es también una de las que tienen más ambiente: popular, muy divertida, punto de encuentro de los gaditanos en cuanto llega el buen tiempo. De hecho, muchos prácticamente trasladan su residencia aquí (en forma de sillas y mesas de camping) y se pasan las horas muertas entre juegos de cartas, cerveza y fino fresquitos, tortilla de patatas, pescaíto frito y chapuzones en el agua...

Pese al ambiente, La Caleta no es la playa más espectacular de la provincia de Cádiz. El disputado título se lo llevaría Bolonia, o Caños de Meca y la anexa ensenada del Cabo Trafalgar. O quizás La Barrosa-Sancti Petri o cualquiera de Conil… Grandes arenales, de limpias aguas recicladas gracias a las constantes corrientes del Estrecho de Gibraltar. Playas muy poco urbanizadas (excepto en el caso de Sancti Petri, flanqueada por algunos de los mejores hoteles de la costa gaditana), incluso salvajes y nudistas en algunos tramos. Espacios de una belleza y autenticidad sorprendente sobre todo cuando se las compara con el resto del litoral español, tan maltratado por el urbanismo loco de las últimas décadas. El único “pero” y, quizás, la razón por la que el turismo de masas aún no haya desembarcado aquí con todas sus fanfarrias es el capricho con que los vientos (Levante, seco y castigador, y Poniente, húmedo y fresco) castigan a los bañistas, muchas veces durante varios días consecutivos.


Pero, como la lluvia, los vientos no soplan igual para todos. Lo que para los bañistas es castigo, para los windsurfistas, surfistas y kitesurfistas es una gran noticia. Así, las playas en torno a Tarifa, congregan a deportistas de todo el planeta, generando un ambiente muy agradable y distendido (y no solo en verano). Por cierto, que Bolonia, donde el desembarco de hamacas y sombrillas ensombrece parte de su belleza y autenticidad durante el estío, resulta irresistible por su principal seña de identidad: una inmensa duna de arena, desde cuya cúspide se contemplan los restos de Baelo Claudia: en cada campaña de excavación se van descubriendo nuevas construcciones de esta perfecta ciudad romana a escala.

Huelva y el entorno de Doñana

También la vecina provincia de Huelva presume de playas, sobre todo en el entorno de Doñana. Es el caso de Matalascañas, contigua a la desembocadura del río Guadalquivir, con kilómetros y kilómetros de finas arenas blancas y doradas, que se prolongan más allá, para conectar con otros cuarenta de frontal marítimo que ocupa la playa del parque nacional. En este lugar merece la pena prolongar la tarde para contemplar uno de los atardeceres más espectaculares de Andalucía.



Junto a Ayamonte y a la frontera portuguesa encontramos otros arenales recomendables: las playas de Isla Cristina. Solo en esta localidad se sitúan diez, entre las que podemos recomendar La Redondela, Punta del Caimán y del Hoyo, en un agradable entorno natural de sistemas dunares, pinos y eucaliptos. También muy próxima a esta localidad está Isla Canela, playa que destaca no sólo por sus valores naturales sino por el agradable entorno “artificial” que la rodea, con marina, apartamentos de poca altura e, incluso, un campo de golf.


Litoral malagueño

Existe un gran contraste entre las playas de Cádiz y Huelva y las de la urbanizada Costa del Sol. Aun así, en los más de 160 kilómetros de litoral malagueño hay algunos arenales que merecen mención por la calidad de sus aguas y la belleza del entorno. Se encuentran, sobre todo, en la zona de La Axarquía. Un buen ejemplo es Burriana, en Nerja, muy conocida porque en ella se rodaron numerosas escenas de la serie de televisión Verano Azul. No es muy grande, apenas unos 800 metros de longitud, y sus construcciones de bajo impacto ambiental recuerdan a cómo debía ser la costa malagueña hace décadas.


Granada, familiar y tranquila

Aunque en menor escala a lo que ocurre en la Costa del Sol, muchos tramos de la cercana costa granadina están urbanizados en exceso. Esto, que puede disuadir a quienes buscan disfrutar del mar en estado natural, es un aliciente para los que prefieren diversión durante sus vacaciones. Así, la playa de Poniente, en Motril, flanqueada por el paseo marítimo y todo tipo de establecimientos de ocio y compras, puede satisfacer a los más marchosos (imagen inferior ©eltiempo.es). Con sus más de 2.200 metros de longitud, es una playa muy familiar, a base de grava y bolos (piedras redondeadas). Ambiente muy similar es el de la ensenada situada junto al Peñón de Salobreña, vecina a Motril, con su escenografía heredada de la época musulmana, donde destacan la blanca medina y el castillo roquero que parecen vigilar a los bañistas.



El atractivo salvaje de Almería

Para disfrutar de arenales más salvajes (y esto significa ausencia de chiringuitos, duchas y otro tipo de servicios) convendría ir al Parque Natural Cabo de Gata-Níjar. Sin duda, allí se encuentran las mejores playas de la provincia de Almería: por la belleza del entorno, por la transparencia de las aguas y por la riqueza de los fondos marinos. De entre todas, destacan la de Mónsul y la de los Genoveses. La primera, de apenas 300 metros de longitud y muy próxima a la localidad de San José, es todo un espectáculo (imagen inferior). De hecho, ha sido escenario de varias películas (como Indiana Jones y la última cruzada) y casi todo el mundo la reconoce por La Peineta, un saliente rocoso que preside esta extensión de oscuras arenas volcánicas. En cuanto a Los Genoveses, tiene algo más de un kilómetro de longitud, con arenas doradas y dunas que aumentan la escenografía del entorno. En ambas hay que tener en cuenta la gran afluencia de público durante los meses de verano. De hecho, si se va en vehículo propio, conviene llegar pronto pues las plazas de aparcamiento son bastante limitadas. Eso sí, desde el pueblo de San José, durante todo el verano y cada media hora, hay un bus que lleva a los bañistas hasta ellas.


Entre Carboneras y Agua Amarga está nuestra última recomendación: la Playa de los Muertos. Sin duda, una de las más espectaculares del litoral andaluz y español. Tiene este nombre porque las corrientes que confluyen en el Cabo de Gata arrastraban hasta aquí los cadáveres de muchos náufragos. Pese a su belleza, conviene aclarar que no es apta para todos los públicos: el acceso se realiza a través de dos empinados senderos que la comunican con un aparcamiento improvisado. Muchos salvan este obstáculo llegando en barcos, que parten desde los puertos de las localidades cercanas. Sea como sea, bañarse en sus transparentes aguas de esta playa es una experiencia que impacta a todo el que se atreve a llegar hasta ella. Y merece mucho la pena.

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