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INDOCHINA. Templos, Mitos y Cultura

Existen destinos de obligado cumplimiento en toda agenda viajera que se precie. Laos, Vietnam y Camboya son algunos de ellos. Precisaríamos semanas e incluso meses para conocerlos aunque solo sea superficialmente. Aquellos que sólo pueden realizar una visita exprés que tomen buena nota de nuestro recorrido.

Qué ocurre si de un plumazo visitamos Vietnam, Laos y Camboya? Seguramente el viaje deje un poso muy agradable en nuestro cuaderno de bitácora. Y es que estos tres países esconden virtudes de primera categoría.

Así ocurre en Vietnam con la bahía de Halong y sus miles de islas, un laberinto onírico por el que hay que navegar sin prisa. No como en Hanoi donde todo el mundo, salvo las marionetas de agua, parece que siempre llegan tarde.

Hasta Laos nos acercaremos para recuperar la calma, tarea sencilla en ciudades como Luang Prabang donde todo, o casi todo, es espiritualidad y color. Buena culpa de ello la tienen los miles de monjes budistas que habitan el lugar y templos tan cautivadores como Wat Xieng Thong.

Para el final del viaje hemos reservado un plato muy contundente: Camboya. Como no tendremos tiempo para recorrer todo el país, nos hemos decantado por Angkor. Allí el tiempo, la jungla y el espíritu megalítico de los emperadores jemeres, cada uno por su cuenta, han creado maravillas asombrosas como las de Angkor Wat y Ta Prohm. Casi nada.

¡Que ustedes lo disfruten!.

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Algas y carne de búfalo seca. Luang Prabang. Laos

Vietnam

Uno aterriza en la capital del Vietnam y, de repente, se encuentra rodeado de motos y gente por todos lados: un gran caos urbano. A las afueras, casi todo son campos de arroz y casas estrechas. Para nosotros puede no tener sentido este tipo de construcciones, pero guarda una sencilla explicación: los franceses cobraban un impuesto en función de los metros de fachada. Razón de peso para recortar la portada del hogar.

Pero volvamos a Hanói. Es, como decíamos, una ciudad cosmopolita con más de tres millones de motocicletas que está experimentando importantes cambios en su skyline, con casas bajas dejando paso a los rascacielos.

Un recorrido por los lugares más emblemáticos de esta urbe no puede obviar el famoso Teatro de marionetas de agua (Thang Long). Es el mejor sitio del país para ver este espectáculo. Podemos considerarlo todo un arte que se acompaña de música tradicional y, además, utiliza humo, petardos y dragones que lanzan agua.

El lago de Hoan Kiem no se halla lejos de aquí. Cuenta la leyenda que el general Le Loi recibió una espada mágica de una tortuga dorada sagrada que vivía en este lugar. Con ella, expulsó a los chinos y se proclamó emperador. Un día mientras navegaba apareció la tortuga y se la reclamó; desde entonces se conoce como Ho Hoan Kiem (o lago de la Espada Entregada). Historias fantásticas aparte, lo cierto es que esta masa lacustre puede ser considerada el epicentro de la Hanói antigua. En su islas hallamos algunos monumentos que nos obligan a realizar un alto en el camino. Al sur, aparece una pequeña pagoda que recuerda la leyenda Thap Rua, que se ha convertido en el icono de la ciudad. En el extremo opuesto, nos espera el templo de la Montaña de Jade o Den Ngoc Son, uno de los edificios más venerados. Se accede al mismo a través del puente del Rayo de Sol o The Huc, una atractiva pasarela pintada de rojo.

No tenemos mucho más tiempo para seguir descubriendo Hanói ya que nuestro viaje por Indochina es largo. No obstante, no queremos despedirnos sin acercarnos al templo de la Literatura, uno de los más antiguos y más atractivos de la capital. Consagrado a Confucio, homenajea a los eruditos del país.

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La bahía Halong es uno de los grandes atractivos de Vietnam. Sus aguas esconden más de dos mil islas plagadas de secretos.

Tres horas de autobús o coche nos separan de la bahía de Halong, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994. Sobre una área de alrededor de 2.000 km2, se encuentran centenares de islas de origen kárstico. Para los científicos es fruto de la erosión de miles de años. Los nativos, en cambio, tienen otra versión. Su leyenda habla de un dragón que bajó de las montañas y que, con sus coletazos, forjó esta maravilla. Sea como fuere, el resultado es espectacular, cada isla no se parece a la otra y muchas esconden grutas con estalactitas y estalagmitas. La más famosa y visitada es Hang Dau Go, iluminada con luces de colores y de enormes dimensiones. Se puede continuar por Dao Titop que es una pequeña isla con playa que, desde su cima, regala una vista panorámica de toda la bahía. Y muchas sorpresas más: pasadizos secretos, pueblos flotantes que parecen supervivientes a la deriva, el viento que se cuela entre los huecos de las cuevas, los pájaros, la niebla acariciando los islotes...

Lo idóneo es realizar una excursión en barco para conocer la bahía. Existen posibilidades para todos los bolsillos y gustos, con diferentes duraciones y tipos de embarcación. Es posible salir desde la ciudad de Halong o, si se quiere algo más elitista, desde la isla de Cat Ba (la visita, en ese caso, se centraría en la bahía de Lan Ha, menos concurrida pero también espectacular). Quien opte por alojarse en Halong descubrirá un ambiente animado y ruidoso, plagado de hoteles de gran altura, casinos y karaokes, muy apreciados por chinos y surcoreanos.

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Ubicada en la bahía de Halong, Hang Dau Go es conocida como la cueva de las Maravillas. Se halla iluminada con luces verdes y azules que realzan aún más si cabe las estalactitas y estalagmitas del lugar. Es de dimensiones considerables y está formada por tres cámaras. Para acceder a ella hay que subir 90 escalones.

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Con un viaje tranquilo desde Hanói, llegamos a Laos, concretamente al aeropuerto de Luang Prabang, ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1995. Es, quizás, una de las urbes mas tranquilas de Asia. Con una población de 40.000 habitantes, de los cuales 4.000 son monjes budistas, es fácil de entender. En este lugar, definido por los ríos Nam Khan y Mekong, conviven la antigua arquitectura francesa y numerosos templos. Es un centro artístico, religioso y comercial de primer orden. Para ir de compras, por ejemplo, es recomendable visitar su mercadillo nocturno o, por la mañana, el pintoresco y colorido mercado al aire libre de Ban Pakam, donde se encuentra todo tipo de frutas y verduras, así como pescados del río, ranas vivas, etc.

Una de las experiencias que el turista no debe perderse en Luang Prabang es observar a los monjes pedir su comida diaria. Para ello hay que madrugar, pero merece la pena. Es todo un ritual que acaece cerca de los templos. Allí, los donantes se sitúan en la acera con sus viandas (principalmente, arroz cocido, pero pueden ser también verduras, frutas o pastelitos) a lo largo de las calles. Se reúnen decenas de personas esperando a los monjes, además de un montón de turistas simplemente curioseando, sacando fotos o repartiendo comida que previamente les han vendido avispados comerciantes. Los monjes tienen un orden de salida, primero los más viejos y, por último, los más jóvenes. 

En todo caso, las túnicas color naranja aportan un toque muy vistoso a la ceremonia y es un buen momento para reflexionar sobre ciertos aspectos de su vida. La estancia de los monjes en los templos no tiene duración determinada –desde tres meses hasta toda una vida– y sus razones para hacerse religiosos también son muy variadas, desde la vocación hasta la falta de recursos para estudiar.

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En Luang Prabang, ciudad de Laos declarada Patrimonio de la Humanidad, resulta curioso observar la procesión de monjes pidiendo limosna al amanecer.

 

Wat XiengThong es, quizás, el templo más espectacular de Luang Prabang

En cuanto a los templos, hay muy pocos que se mantengan intactos. La mayoría, por tanto, han sido reconstruidos ya que la ciudad sufrió en 1887 una invasión de los chinos haw que arrasaron la ciudad destruyendo la mayoría de los edificios relevantes. Se libraron, afortunadamente, el Wat Mai Suwannphumaham y el Wat Xieng Thong. Situado cerca del río Mekong, el recinto quedó bajo la custodia de la corona real desde su construcción hasta 1975. Esconde varios tesoros, como el mosaico llamado El árbol de la vida, además de varias estupas, una inusual figura de Buda reclinado y, ya en el exterior, una llamativa carroza fúnebre.

Las visitas a los templos pueden continuar en Wat Visoun –donde aún se celebra el culto–, Wat Aham –residencia del patriarca supremo de los budistas, con dos grandes higueras en los alrededores, muy frecuentadas por los devotos–. Aparte de estos santuarios, resulta interesante acercarse al Royal Palace Museum para entender parte de la historia local, además de curiosear entre objetos de la realeza. Saliendo de la ciudad por el río Mekong sorprende encontrar el antiguo templo real de Wat Long Khoune, famoso por sus frescos del siglo XVIII –ha sido recuperado con ayuda francesa–. Era costumbre que el monarca pasara en este lugar tres días de ayuno antes de ser coronado. Actualmente es la residencia de una colonia de monjes budistas.

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Monje en la entrada de Wat Xieng Thong, uno de los templos más sorprendentes de Luang Prabang, en Laos.

 

Fuera de la ciudad, a 25 km, las excursiones pueden continuar en las cuevas de Pak Ou, dos grutas que se hallan repletas de estatuas de Buda. La más cercana, subiendo unos peldaños, se llama Tham Ting. Para visitar la otra, Tam Pung, se precisa de una buena linterna. Y si uno vuelve a Luang Prabang en autobús, es interesante acercarse al pueblo de Ban Xang Hai, especializado en la destilación de vino de arroz. En todo caso, no hay que perderse alguna de las espectaculares puestas de sol a la orilla del Mekong; eso sí, sin olvidar los necesarios productos antimosquitos.

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Tham Ting, cuevas sagradas en Pak Ou, Laos. Se hallan plagadas de estatuas de Buda.

 

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En nuestro viaje por Indochina nos estamos acostumbrando a descubrir templos de un alto nivel arquitectónico. No obstante, como veremos, todavía nos podremos seguir asombrando. Para ello, nos desplazamos hasta Siem Reap, paso obligado cuando se quieren visitar los santuarios de Camboya. Es por ello que la ciudad está experimentando un cambio radical: en pocos años años ha pasado de 6.000 a 150.000 habitantes. Situada cerca del aeropuerto y con una oferta turística cada vez más desarrollada, los nuevos edificios aparecen por doquier.

Angkor era el nombre de la capital del antiguo imperio jemer. Hasta allí nos dirigimos para descubrir, rodeados por la jungla, una de las maravillas del planeta, de gran importancia arqueológica y considerada la mayor concentración de templos del mundo. Como es un complejo que abarca alrededor de 400 km2, hay mucho que ver y se necesitaría demasiado tiempo para poder contemplarlo en todo su esplendor. No obstante, existen algunos “must” que no deberemos obviar. Para empezar, ni más ni menos, Angkor Wat, considerado por muchos el mayor monumento religioso del mundo. Construido en el siglo XII por el rey Suryavarman II y dedicado al dios hindú Visnú, todo en él es simbolismo y simetría.

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Monje budista mirando entre las ruinas de Ta Prohm, en Camboya. Probablemente se trata del templo más singular del complejo de Angkor. Llama la atención por haber sido engullido por la selva.

Angkor Wat es sublime... y no sólo por sus monumentales dimensiones.

En el centro, un templo con cinco torres en forma de flor de loto recuerda al monte Meru, morada de dioses y centro del universo. El muro representa los límites del mundo y el foso, el océano cósmico. Es de destacar los centenares de metros de bajorrelieves y 2.000 tallas de bailarinas celestiales o apsaras que decoran los muros. Y las metáforas continúan por doquier: una serpiente de siete cabezas (Naga) para alcanzar la morada de los dioses; el loto recordándonos la importancia de la pureza; el batir del océano buscando el elixir de la inmortalidad... Angkor Wat es sublime y su visión por primera vez se queda grabada en tu memoria para siempre.

A dos kilómetros de distancia, el paseo por estos mundos casi oníricos debería continuar en Angkor Thom, una ciudad amurallada y fortificada. Fue fundada por el rey Jayavarman a finales del siglo XII y aquí también casi todo es superlativo. Está protegida por un muro de 8 metros de altura y 12 km de longitud, abarcando una superficie de 10 km2. Se construyó como respuesta al expolio de Angkor Wat por parte de los chams. La llegada a la misma ya es majestuosa, independientemente de la entrada que se elija. Son cinco puertas monumentales y rematadas por rostros de imperturbables miradas (bodhisattvas). Dentro del recinto, lo más destacado es Bayón, un templo con más de 200 rostros de piedra gigantescos. Se accede a través de ochos torres unidas por galerías, donde se pueden encontrar sugerentes bajorrelieves decorados con escenas de guerra y de vida cotidiana. Mucho quedaría por ver en Angkor (entre otros, el impresionante Ta Prohm), y todavía más en el resto de Camboya, como Tonlé Sap –el lago de agua dulce mayor de Asia– donde se pueden descubrir pueblos flotantes como Mechrey.

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No obstante, de momento, nos damos por satisfechos. Indochina nos ha regalado mucho; tanto que seguramente regresemos a por más.

Si estás pensando aventurarte en un viaje, tienes que considerar Vietnam como un posible destino. Esta ciudad está llena de lugares encantadores, gastronomía deliciosa y un sinfín de actividades para disfrutar de una experiencia inolvidable, aquí encontrarás 7 must que debes hacer sí o sí, si viajas a Vietnam.

Texto y fotos: Pedro Grifol

Vietnam es un dragón con dos cabezas que avanza frenético a velocidad de vértigo. Una cabeza se debate entre mitos y leyendas, y respira tratando de sobrevivir tras los ideales del paraíso comunista. La otra tiene sus metas puestas en la senda del capitalismo insaciable.

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