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ESLOVENIA. Vibrante y coqueta

Europa Central guarda aún muchas sorpresas y Eslovenia es una de ellas. En este país se conservan majestuosos parajes naturales, muchos de ellos de un verde intenso regado por las abundantes lluvias. Bled, por ejemplo, simboliza perfectamente el concepto de lo bucólico. Y también es hermosa por el subsuelo que se halla horadado por grutas de halos selenitas. No podemos olvidar el ambiente animado de su coqueta capital ni el pedacito de Costa Adriática que conserva cascos históricos dignos de ser conocidos y amenas ofertas de ocio.

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Antes de viajar a un país uno tiene en la cabeza ideas preconcebidas; a veces imaginamos paraísos solitarios de arenas doradas; otras, lugares de culturas remotas y ancestrales: quizás megalópolis de edificios que arañan el cielo; y, cómo no, vergeles de tal exuberancia que hacen daño a los ojos

Pues Eslovenia, para muchos y a pesar de ser un tanto desconocida, huele a verde desde la distancia del desconocimiento. Y no anda mal la pituitaria popular. Con casi un 60% de su territorio cubierto de bosques, las aguas fluviales discurren por doquier a la vera de senderos para caminantes que encontrarán infinidad de refugios para descansar tras el ejercicio.

Nuestro itinerario nos permitirá intuir esa Naturaleza desbordante y acariciarla con los dedos, aunque dejaremos para otra ocasión las excursiones más activas que bien podrían centrarse en el Parque Nacional de Triglav, un espacio natural que se asienta sobre el monte homónimo. Vamos a conocer la vibrante capital Liubliana, animada por las orillas del río y coqueta por su casco histórico. Después partiremos a Bled, rodeado de un entorno envidiable y bucólico como pocos gracias a la iglesia que descansa en la isla del lago. Reservaremos tiempo para conocer la mayor atracción turística del país, la gruta de Postojona, que nos dará pie para indagar en la morfología kárstica de gran parte de Eslovenia y aprender de los mundos subterráneos. Finalmente, nos acercaremos a Piran, en la costa Adriática, para conocer sus playas y, sobre todo, sus aires venecianos sin canales.

Liubliana, una capital accesible para todos

Liubliana, la entrada natural de Europa Central hacia el Mediterráneo, los Balcanes y la Europa del Este, es una ciudad accesible, cómoda y agradable donde no faltan los espacios verdes. También podemos colgarle sin pudor los adjetivos viva y animada, sobre todo si el sol brilla en lo alto para hacer más vistosas la multitud de terrazas –como intente tomarse una cervecita en cada una de ellas no regresa a España– que decoran las orillas de los ríos. Este dinamismo se ve acrecentado por las variadas posibilidades culturales. Como ofertas permanentes, merecen la pena el Museo de Arte Moderno y la Galería Nacional y, algunas alternativas sugerentes, como el Festival de Verano –con actuaciones en lugares emblemáticos de la ciudad–, el Trnfest –enfocado en tendencias artísticas alternativas– y la Bienal Internacional de Artes Gráficas.

Hablemos ahora de Arquitectura. Es importante recordar que el terremoto que acaeció en 1895 destruyó casi por completo la ciudad y, por ello, encontramos algunos barrios barrocos y un buen surtido de edificios de Art Nouveau. Otro temblor –no sé si de piernas o de tierra– hizo su aparición posteriormente: el comunismo soviético. Por ello, la ciudad cuenta con un buen catálogo de edificios con un inconfundible sabor “socialista muy realista”, irónica expresión que utilizaba nuestro amable guía Tilen. Por cierto, este enclave es de esos donde no está de más apuntarse a las visitas explicativas de la oficina de turismo –en inglés– para comprender su trazado urbanístico y aprender algo de la trayectoria histórica del país. Un nombre, más bien un apellido, que aparecerá habitualmente durante el recorrido es el de Plecnik, gran amante de la monumentalidad. No faltan en sus planteamientos: obeliscos, pirámides, columnas, llamativas escalinatas y refinados detalles que nos trasladan al Renacimiento. Puentes, plazas, paseos, iglesias, jardines, riberas y esclusas de ríos, palacios, monumentos a grandes personajes nacionales… en fin, un abundante y variado catálogo que sirvió para reforzar el amor por la patria, embellecer la ciudad y animarnos a nosotros a conocerla.

Una vez realizado el merecido paseo por el centro histórico, con sus paradas correspondientes para tomar fuerzas o para comprar en las pequeñas tiendas, hay un lugar ineludible al que acudir: el Castillo. Ubicado en lo alto de la colina, se puede acceder a él en funicular, trenecito o a pie. Ha sido profundamente restaurado y reestructurado para acoger eventos culturales. Cuenta con un café agradable y unas vistas de vértigo desde la torre.

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Las dimensiones del país permiten tomar la capital como base y desde aquí realizar excursiones. Nuestras propuestas se hallan relativamente cerca: Bled y las cuevas de Postojna a unos 50 km, y Piran, ya en la costa, a unos 130 km. Como ven, la escapada es fácilmente adaptable a sus gustos

Bled, romántico como pocos

Atención, saquen su lista de lugares románticos y hagan sitio para Bled. Aquí uno puede venir de luna de miel, para las bodas de plata, las de oro, para escaparse de su mujer con su amante e, incluso, para divorciarse y acabar con buen sabor de boca. Bien es verdad que no es su casco histórico lo que le hace recomendable, sino el entorno y la magia que emana del lago. En el centro de la masa lacustre se levanta una pequeña isla que desde siempre ha atraído a todo tipo de peregrinos, estadistas y curiosos. Hoy en día se halla coronada por una coqueta iglesia donde hay que hacer sonar tres veces –no es sencillo, ni mucho menos– su campana para que se cumplan los deseos ansiados. Para llegar hasta aquí hay que tomar alguna de las pletnas o barcas típicas de remos que incrementan las ganas de abrazar a tu pareja o echarte a llorar si estás en un día tonto. Y sí es realmente tonta la jornada puede tomar un coche de caballos en la orilla del lago para recorrerlo y embelesarse. Seguro que durante el trayecto una estructura llamará su atención. Se trata de un recio castillo que, desde lo alto, regala unas vistas muy llamativas. En su interior encontraremos una antigua capilla y diferentes salas remodeladas que nos hablan de la historia de la población –con periodos de gran intensidad– y del edificio en concreto. También hay una curiosa reproducción de la imprenta que estampó los primeros caracteres eslovenos y que hoy en día sirve para llevarse un souvenir con tu nombre.

Pero el lugar no sólo invita al recogimiento sino también a ponerse en forma. Se puede practicar la pesca, el remo y el windsurfing. Y en invierno, patinar sobre la superficie o esquiar en alguno de los diferentes complejos de los aledaños. Recuerden que nos hallamos en el sur de los Alpes Julianos, justo en el límite del Parque Nacional Triglav, un paraíso para el senderismo y las excursiones donde no faltan ríos, cañones, gargantas ni refugios alpinos.

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Maravillas del subsuelo

Eslovenia es inminentemente kárstica y, así, un 43% de su superficie es de piedra caliza. Tanto es así que cuenta con una región llamada literalmente Carso donde se reproducen los típicos fenómenos, tanto superficiales como subterráneos, que caracterizan a este tipo de terrenos. Simplificando al extremo diremos que gracias a su permeabilidad y a la facilidad de disolución con el agua se crean espectaculares formaciones. Una de ellas se ha convertido en la mayor atracción del país y hasta allí nos dirigimos: la gruta Postojna.

 

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Pocas cosas parecidas se pueden ver en el Mundo. Sus dimensiones asustan: más de 11 km. La visita habitual recorre más de la mitad y buena parte de ella se realiza en un trenecito eléctrico para continuar luego andando. La primera experiencia es muy llamativa y singular, una mezcla de sensaciones entre lo onírico del decorado hiperrealista, de tener los cincos sentidos puestos por amor a tu cabeza –la sensación de velocidad es elevada– y de retrotraerte al Parque de Atracciones y pensar que en cada curva podrá aparecer la bruja con la escoba. Después comienzas a andar, sin prisas, deteniéndote y apreciando todos los detalles. La columna gótica y la volcada, cortinas, facetas, la galería colorida, palmeras, etc… todo ello con caminos bien acondicionados y una iluminación acertada que hacen de la visita un éxito prácticamente seguro. Después se toma de nuevo el tren y se accede a la salida. El divertimento se puede extender un rato más con el Vivario Proteus –donde se aprende de la exótica y oscura vida de los habitantes de estos inframundos– y con una galería donde las firmas de visitantes antiguos atestiguan que este espacio hace tiempo que encandila.  

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Piran y la Costa Adriática

En la península de Istria, aparte de la italiana y la croata, también ondea la bandera eslovena. Seguramente sus playas no puedan competir con la oferta de los arenales vecinos, pero, en cambio, Piran, una villa medieval que rezuma historia, merece una visita por sí sola. Algunos dicen que les recuerda a Dubrovnik, otros a Venecia. Un servidor, a pesar de la ausencia de canales, se decanta por la segunda opción. Un aura de cierta decadencia sobrevuela a muchas de las fachadas de las casas que jalonan las estrechas calles. Lo que antaño debía lucir con un amarillo intenso descansa ahora junto a un rosa que los años han dejado más pálido de lo debido. Los vientos que llegan del Adriático se van cargando de melancolía mientras recorren callejones donde aparecen pequeñas sorpresas de improvisto. No sería justo obviar lugares que sí asoman majestuosos, como la plaza Tartini o la torre de la iglesia de San Jorge. Su bahía nos recuerda la relación de la población con el mar y resulta agradable para los paseos. 

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Finalmente, nombrarles la oferta de servicios turísticos del cercano Portoroz y recomendarles que conozcan el Parque Natural Secovlje donde la sal es la gran protagonista.

 


 

 

 

 

 

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