Isla Reunión formó parte, según Daniel Defoe, de la República Libertaria, creada por piratas que emulaban a Robin Hood. En la bandera que enarbolaban se podía leer "por dios y la libertad". Hoy día los viajeros, más que buscar a dios, vienen en busca de aventuras.
Una razón para visitar
¿Qué pueden tener en común Julio Verne, el muguet (o lirio de los valles), los duques de Bretaña, un elefante gigante mecánico, las galletas LU, un castillo al lado del río Loira y un maneki-neko (gato de la suerte) con peluca? Bueno pues en realidad nada, pero a todos nos los encontraremos en la ciudad francesa de Nantes.
La bella Lisboa se torna aún más bohemia a la luz de las farolas. Las noches de verano son idóneas para descubrir la capital portuguesa a través de sus barrios más activos y de aquellos donde la melancolía parece haberse instalado para siempre.
Logroño es mucho Logroño, como lo demostró cuando resistió durante 17 días el asedio de 30.000 franceses en 1521. La gesta se celebra y se recrea durante las fiestas de San Bernabé (del 9 al 12 de junio), pero el resto del año es también una referencia, una buena historia para recordar mientras se recorre la ciudad vieja. Además, siempre hay fiesta en la calle del Laurel. Y visitando las modernas bodegas, tampoco se ven caras serias, más bien todo lo contrario.
Plazas, plazuelas, calles, callejas, adarves, rincones y cuestas articulan un paisaje urbano donde el blasón heráldico, la torre desmochada, la puerta con dovelas, la ventana geminada, los muros de iglesia o de convento tienen protagonismo y vida propia. Todo ello dentro de un perímetro de torres y murallas que encierra un conjunto monumental declarado en 1986 Patromonio de la Humanidad.
La República Checa no se acaba en Praga. Es verdad que esta ciudad es tan maravillosa que eclipsa a todas las demás, pero al sur de la capital, en la Bohemia Meridional, hay poblaciones de belleza singular que pueden ser consideradas como las joyas escondidas de Chequia.
Portas de Galicia, entre España y Portugal, a caballo entre Galicia y Castilla y León, son tierras desde siempre transitadas por peregrinos, comerciantes y viajeros. Sin embargo, merece la pena detenerse en ellas y disfrutar de sus pequeños tesoros en un entorno apacible y sosegado.
Las novelas de Tolkien huelen a hierba húmeda, a tierra y ceniza, a madera ardiendo. En ellas pueden oírse los cantos de los pájaros y los murmullos del viento. Se puede sentir la fuerza del mar y las cascadas que saltan al abismo desde las montañas. Se puede apreciar la soledad en las extensas llanuras desiertas, en los lagos y en los bosques. Lo que Tolkien imaginó y describió en El Hobbit y El Señor de los Anillos, el director Peter Jackson fue capaz de llevarlo a la gran pantalla, tomando Nueva Zelanda como principal y único escenario para sus fantasías.
Tres perlas bañadas por el fluir del mítico Danubio nos abrirán las puertas de sus coquetos cascos históricos para descubrir parte de la trayectoria de Baviera, un estado alemán que guarda una idiosincrasia un tanto ajena al resto del país y una esencia destilada por los avatares de la iglesia y la nobleza europea.
Dormiremos en cuevas, cataremos el cardo rojo, pasearemos por un paraje que te lleva de la Luna a Marte, descubriremos como 30 hermanas han rehabilitado un monasterio y espiaremos a Tudela gracias a un sistema de lentes escondido en una atalaya medieval. ¿Surrealista? No, es la Ribera Navarra, tan singular como sorprendente.