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COSTA BARCELONA II. Sitges, el Delta y la Cultura

Desde El Penedés se llega fácil y rápidamente a Sitges, uno de esos lugares privilegiados en los que habita algo especial, un halo que te acompaña cuando la visitas: tiene duende. Buena parte de su encanto radica en su alma de pueblo pescador, aunque bien podríamos decir marinero, por aquello de su facilidad para relacionarse con gentes de todos los lugares.


Desde El Penedés, donde comenzaba esta ruta, se llega fácil y rápidamente a Sitges, uno de esos lugares privilegiados en los que habita algo especial, un halo que te acompaña cuando la visitas: tiene duende.

Por Jordi Jofré (Viajeros 165)

Buena parte de su encanto radica en su alma de pueblo pescador, aunque bien podríamos decir marinero, por aquello de su facilidad para relacionarse con gentes de todos los lugares. Y es que aquí conviven decenas de nacionalidades en perfecta armonía. Siguiendo con los piropos, hay que hablar de su casco y patrimonio histórico, con interesantes ejemplos modernistas y americanos –como se conoce aquí a los indianos–; de su oferta cultural, por ejemplo, el Festival Internacional de Cine Fantástico o las colecciones del Palau Maricel; de su litoral, donde encontraremos calas y playas agradables; y de las fiestas, claro, tanto las tradicionales como la marcha nocturna, conocida en media Europa por su animación y tolerancia. Muchos se olvidan en este tipo de listas del punto añadido que supone ser vecino del Parque Natural del Garraf, homónimo a la comarca donde se asienta la localidad. Merece la pena descubrir sus senderos, al mismo tiempo que se conocen las tradiciones relacionadas con los vinos, los quesos y la forma de vida de las masías. 

Siguiendo en dirección a Barcelona, muy cerca de la capital catalana, el
Delta del Llobregat es toda una sorpresa. Rodeado de grandes infraestructuras –el aeropuerto del Prat– y de importantes núcleos urbanos, llama la atención su diversidad biológica: dunas y playas vírgenes, lagunas, humedales y marismas, aves y reptiles, pinares y mamíferos… El hecho de hallarse en la ruta migratoria de los pájaros del norte de Europa hacia África le confiere buena parte de su encanto. A nosotros, una vez acomodados en una de las casetas de observación, nos recibió una pareja de ánades reales. Poco después, nos embelesamos con la elegancia del moño de una garceta común. Entre tanto, nos sobrevoló muy cerca un avión… Al principio te incomoda el tránsito aéreo pero enseguida te acostumbras (como deben estarlo nuestros amigos alados) y te sigues relajando con el espectáculo que se desarrolla ante tus ojos. Cabe decir que se han avistado más de 365 especies de aves y que, en un solo día de maratón, se contabilizaron alrededor de 180. Pero no todo son pájaros, se disfruta también con otros animales, con la gran cantidad de orquídeas que allí crecen o, simplemente, cuando el atardecer pinta los parajes del Delta.


Del modernismo a los vinos ecológicos

Saltamos a otro lugar con encanto en Costa de Barcelona,
El Maresme, situado al norte de la Ciudad Condal. Aquí ha llamado nuestra atención Canet del Mar. Entre sus virtudes destacan su catálogo modernista, los bosques de Pedracastell y, cómo no, así bautizada, el mar. Nosotros nos centraremos de momento en su patrimonio e historia, ya que aquí nos podremos ilustrar sobre la vida y obra de Lluís Domènech i Montaner, gran arquitecto de finales del siglo XIX y principios del XX. En su trayectoria también destaca su faceta política, su sensibilidad y gran capacidad de liderazgo. Para inspirarse, paseaba por el campo y realizaba composiciones florales que luego plasmaba en vidrieras y cerámicas. Y es que abogaba por una recuperación de lo natural y de los oficios artesanos, a la vez que interpretaba de un modo muy personal el arte oriental. Pero todo esto y más se lo contarán mucho mejor en su casa museo y en la ruta temática preparada para ello. Por cierto, que este es sólo uno de los itinerarios que organiza la oficina de turismo. El resto, aparte de versar sobre otros arquitectos, nos habla, por ejemplo, de indianos y de pescadores y navegantes. A mediados de septiembre, además, se celebra un mercado modernista que resulta muy divertido para aquellos que viajan en familia.


Para finalizar, os recomendamos descubrir la Denominación de Origen Alella visitando la bodega Alta Alella. Se asienta en un valle típico de estos lares, muy marcado por la erosión de los torrentes. Las vistas son agradables, con sus 15 hectáreas de viñedos –con algunas cepas de más de 50 años– dispuestos en terrazas y laderas, y rodeados de los parques Serralada de Marina y Serralada Litoral y el mar como horizonte. La vendimia se realiza manualmente y los vinos se elaboran de manera ecológica y “con vocación de transparencia”. Así lo afirma Josep María Pujol-Busquets, responsable de este proyecto, que nos explica que no utilizan ni herbicidas ni pesticidas. Para descubrir todos sus secretos, proponen visitas variadas, una manera estupenda de terminar con buen sabor de boca nuestro periplo por
Costa Barcelona
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