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Braganza, encanto rural a la portuguesa

Durante 60 años ha pertenecido al reino de España y ha dado nombre a una de las familias con más linaje de Portugal. Este pedacito de tierra lusitana conserva una serie de rincones menos conocidos y que realmente merece la pena descubrir. La cordialidad de sus gentes y la calurosa acogida al viajero, hace que uno se sienta como en casa.

LA CIUDADELA

En la gigantesca Torre del Homenaje, que en la Edad Media vigilaba las fronteras, se obtiene hoy una vista preciosa de la ciudad y del amplio horizonte de montañas que la rodean. En su interior, el Museo Militar cuenta la historia del castillo y buena parte de la de Portugal. Entre dagas, espadas, rifles y pistolas desde el siglo XIII hasta la Primera Guerra Mundial y piezas de las campañas africanas de Portugal a fines del siglo XIX, destacan los artículos personales de Gungunhana, un rey tribal que se rebeló contra el imperio portugués y vivió sus días en el exilio en las Azores.

En la ciudadela también se encuentra la Iglesia de Santa María, en la que destaca el techo de bóveda de cañón de madera pintada que representa la Asunción de María y el espléndido altar barroco en la capilla principal. Al lado está la Domus Municipalis, ejemplar de arquitectura civil románica único en Portugal. Con la forma de un pentágono irregular, está compuesta por una cisterna abovedada sobrepuesta por una galería amplia con ventanas alrededor, que se ha identificado como el lugar de reunión de los "hombres buenos" del consejo. También se conserva un antiguo conjunto de casas medievales de calles estrechas y pequeñas viviendas encaladas de blanco.

En una de esta casas se encuentra el original y un poco abigarrado Museo Ibérico de Máscara e Do Traje, que alberga una fascinante y colorida colección de máscaras y atuendos que se utilizaban para celebrar los antiguos festejos de origen pagano del solsticio y el Carnaval y otros festivales de la región, que incluye también a localidades zamoranas.


FUERA DE LAS MURALLAS

La ciudad creció hacia el oeste, conservando casas nobles y monumentos religiosos como la Catedral, la Iglesia de San Vicente, la Capilla de la Misericordia o la Iglesia de Santa Clara, entre otros muchos conventos e iglesias. Se conoce como la ciudad nueva, aunque no lo sea tanto, su catedral, la Igreja da Sé, fue construida durante el siglo XVI por iniciativa del Ayuntamiento y con el apoyo del duque D. Teodósio. Destaca su pórtico renacentista que incorpora algunos elementos barrocos en la fachada lateral norte. El interior está bastante decorado, destacando el arco triunfal con las armas de la ciudad, el altar mayor de talla dorada del s. XVIII y los retablos laterales, de la misma época.

LOS MUSEOS

Pero lo que más sorprende en esta relativamente pequeña ciudad es la cantidad y calidad de sus museos. Entre ellos, además del mencionado Museo Militar y el de Máscaras en el castillo, destaca el Museo Abade de Baçal, magníficamente instalado en el antiguo palacio episcopal, que cuenta con una valiosa colección que da a conocer la historia religiosa, social, política, económica y artística del Nordeste Transmontano y la memoria del antiguo Palacio Episcopal. Recibe este nombre en homenaje al sacerdote Francisco Manuel Alves (1865-1948), Abad de Baçal, hombre erudito, interesado en la investigación histórica y artística de la región, que contribuyó enormemente a la concepción y construcción de este museo.

Casi al lado está el Centro de Arte Contemporáneo Graça Morais, un proyecto arquitectónico diseñado por el arquitecto Souto Moura, galardonado con el prestigioso premio Pritzker 2011. Presenta obras de esta famosa pintora contemporánea y otras colecciones de artes plásticas, en un programa expositivo frecuentemente renovado y reforzado por otras iniciativas pluridisciplinares como programas educativos, talleres de práctica artística, espectáculos, actuaciones y actividad editorial.

También muy próximo se encuentra el Centro de Interpretación de la Cultura Sefardita, justo enfrente de una antigua sinagoga, recuerdo ambos de la importante presencia judía en la ciudad. En las afueras, el Centro Ciência Viva de Bragança está instalado en un histórico molino de agua y junto a su vecina planta hidroeléctrica en el río Fervença se han convertido en un centro interactivo de ciencias y un museo para niños.


LA GASTRONOMÍA

Y si tanta visita provoca el apetito, no hay que preocuparse, se está en el lugar ideal. La gastronomía de Braganza destaca por la calidad de sus productos, con sabores y aromas que parecen exhalar de los paisajes de donde provienen. Además de miel, setas y castañas, que son sus productos más apreciados, la suculenta ternera mirandesa –ganado que pasta en las verdes praderas– no necesita más que una pizca de sal y brasas en el punto correcto para ser servida. Como las chuletas de cordero y el cabrito de Montesinho, de rebaños alimentados con hierbas de los montes. Los platos de caza se confeccionan en los tradicionales potes, calentados en fuego siempre encendido, de donde salen aromáticos estriados y opulentos arroces que traen a la memoria antiguos paladares. Sin olvidares de la popular Feijoada à transmontana con numerosos ingredientes. En la mesa transmontana nunca faltan los embutidos, elaborados con conocimientos ancetrales. A la chimenea se curan añoradas, chorizas, salpicones, jamones, chorizos de miel, y también el típico butelo (que recuerda el botillo leonés) que, acompañado por las casulas (cáscaras de frijol secas), es protagonista del festival gastronómico realizado en la ciudad a mediados de febrero.

Por las inmediaciones de Braganza

A escasos cinco kilómetros de Braganza, descubrimos el Monasterio de S.Salvador de Castro de Avelãs, de extrahordinaria arquitectura "hispánica", merece una atenta y prolongada visita. Fue la insittución religiosa más poderosa de Trás-os-Montes durante la Edad Media, hoy sólo resta, de genuina arquitectura románica cluniacense, la cabecera del templo, de remate semicirular y revestimiento en ladrillo. Cuenta la tradición polular que pertenece a un poderoso caballero, el Conde de Ariães, personaje de misteriosa y legendaria historia, lleva su nombre un interesante puente de esta población.

PARQUE NATURAL DE MONTESINHO

Para disfrutar el entorno en que se encuentra Bragança, hay que acercarse al Parque Natural de Montesinho, donde se respira un aroma rural por todas partes. Son unas 74.000 hectáreas de picos de granito, verdes prados, páramos y bosques. Suaves colinas, surcadas por valles donde corren los ríos entre chopos, alisos, sauces, bosques inmensos de roble negral, castaños y encinas, caracterizan el paisaje de este Parque en el que se encuentran aldeas de casas tradicionales con paredes de pizarra o de granito que se funden con el paisaje. A veces, su presencia prácticamente no se intuye, en una sintonía casi perfecta entre el hombre y la naturaleza. 

Localizada en pleno Parque Natural de Montesinho, a mil metros de altutud, se encuentra la aldea de Montesinho, probablemente la aldea transmontana más bella de Braganza.

¿Rihonor de Castilla o Rio de Onor?

¿España o Portugal? Una línea imaginaria divide este "pueblecito" o "Freguesía portuguesa" con gobierno y dialecto propio, y dependiendo del lado donde te encuentres lo llamarás de una forma u otra, aunque sus habitantes dicen vivir en Rihonor de Arriba o Rihonor de Abajo. En lo que si comparte término es la indiscutible visita que se merece. 

 

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