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Mallorca, todos los colores del Mediterráneo

Un golpe de mar, un trozo de cielo y el viento agitando los árboles. Es parte de lo que María del Mar Bonet quería meter en un sobre y enviar, en una de sus canciones. Vosotros desearéis eso y mucho más cuando recorráis la mayor de las Islas Baleares. Es hora de redescubrir Mallorca

Hubo un tiempo en que el mar llegaba a los pies de la catedral de Palma de Mallorca. Hoy es un estanque el que recuerda la estampa de siglos pasados, construido recientemente con toda la intención, para que la Seu continúe reflejándose en el agua.

Pero si el mar ahora está algo más lejos, lo que sigue como siempre es la luz que inunda la inmensa nave de este edificio, descomponiéndose en colores al atravesar las vidrieras y el rosetón mayor. Por los casi doce metros de diámetro del ojo gótico (noventa metros cuadrados que los turistas alemanes comparan con lo que suelen medir sus apartamentos) entra la luz del Mediterráneo a chorro para dar cuenta de una esbeltez y una levedad interior que contrastan con los contrafuertes exteriores. Y no nos cansamos de mirar. Pero este tema posee su controversia en la capilla del Santísimo, la que mejor luz tenía y cuyos ventanales fueron pintados (de negro) por Miquel Barceló en la instalación del tríptico con la iconografía evangélica de la multiplicación de los panes y los peces y de las bodas de Caná. Esta piel de cerámica modelada por el artista mallorquín recrea en realidad los frutos del Mediterráneo, los de la tierra y los del mar. Así, puesto que está representado el fondo marino, era pertinente crear un ambiente más sombrío: las grisallas definitivas simulan olas, raíces y algas, y reproducen la iluminación del fondo del mar. La luz, también aquí, es la clave simbólica. Por todo ello, la catedral de Palma de Mallorca se me antoja el  lugar perfecto para empezar un recorrido por esta isla, pues aquí parecen concentrarse todos los colores del Mediterráneo, esos que encontraremos después en las costas y en los caminos.



Patios y bastiones

Sólo hay que darse una vuelta por el casco antiguo de Palma de Mallorca para constatar que esta isla juega con la luz a su antojo, convirtiéndola en un elemento arquitectónico más. Las calles de estos barrios, que mantienen el trazado medieval, deparan sorpresas como los patios de los palacios y casas señoriales, construidos al gusto italiano, desde el siglo XIV hasta el XVII. Todos son distintos pero guardan una estructura similar: columnas sólidas que soportan grandes arcos rebajados y una escalera que conduce a una logia. Existe una ruta turística que une estos patios con la que se pueden visitar algunos que de otra forma no sería posible, pero también tiene su encanto descubrirlos al azar mientras vagamos sin rumbo. Así es, precisamente, como he dado con el estudio de arte Zavella 25. Este local fue una imprenta, después casa ocupa y ahora el taller de Alejandro Vizcarro, un artista que lo mismo te restaura un ventilador de los años 20 como te hace un retrato o ilustraciones por encargo. En las paredes de su estudio se exponen algunas de sus creaciones, figurativas, hiperrealistas, y en ellas volvemos a encontrar la luz hipnótica de la costa mallorquina.

Pero antes de lanzarnos a buscar esas playas, nos quedan algunas visitas en la capital. Una de ellas es Es Baluard, el museo de arte contemporáneo de Palma, que este año celebra su décimo aniversario. Está ubicado dentro del perímetro del baluarte de Sant Pere, que forma parte de la muralla renacentista que rodeaba la ciudad hasta principios del siglo XX, y su colección está formada por pintura, escultura, dibujo, fotografía, instalaciones y vídeos de artistas como Marina Abramovic, Toni Catany, Alberto García Alix, Christian Boltanski o Joan Miró. Este último nos lleva a la segunda visita pendiente, la Fundación Pilar i Joan Miró, que tiene el gran atractivo de poder visitar el taller donde el artista desarrolló su labor creativa desde 1956, cuando se estableció definitivamente en la isla. Junto al atelier y el museo donde se exponen más obras, también forma parte de la visita la possesió de Son Boter, una casa de campo del siglo XVII utilizada igualmente como taller, llena de graffitis realizados por Miró como bocetos de obras posteriores.
 


Olvida el móvil

Concedamos la primera excursión costera al mítico Cabo Formentor, en el extremo norte de la isla. La carretera que parte desde el puerto de Pollença asciende serpenteando hasta lugares como el mirador de Sa Creueta (o Es Colomer), desde donde parecen partir todos los vientos, y se pierde entre paisajes de roca caliza, a veces pelada y a veces repleta de pinos hasta dar con el hotel Formentor y el faro y la playa del mismo nombre. Como cuesta llegar, hasta aquí no viene mucha gente (tomando esta afirmación con todas las reservas), pero para tener la auténtica sensación de ‘seuls su monde’ (con playas idílicas incluidas) hay que ir hasta el Parque Natural de la Península de Llevant, en el municipio de Artà. Este es un rincón para venir sin prisas, con ganas de disfrutar de la naturaleza, de la tranquilidad, de uno mismo y de la compañía que elijamos. El móvil mejor olvidarlo… de todas formas no hay cobertura.

Desde el punto de información y recepción de visitantes, en las Cases de s’Alquería Vella de Baix, parten diferentes rutas senderistas. Una de ellas sigue el Camí des Pressos, una senda construida por los presos republicanos de la guerra civil recluidos en un campamento de trabajo en estas montañas. Otra lleva a las Cases d’Albarca, una antigua possesió perdida entre desfiladeros y bancales de viejos olivares, que nos transporta a otro tiempo. Todas las rutas están señalizadas y el parque dispone de varios refugios para los que quieran dedicar algo más que una excursión, lo que es totalmente recomendable. Nosotros debemos transportar las mochilas, pero los víveres que queramos nos los llevan en todoterreno los guardas del parque, algo que es de agradecer, sobre todo si decidimos ir al más alejado y más idílico de todos (cuesta llegar, avisamos), el del Arenalet des Verger: playas de arena blanca, agua transparente, cielo inmenso y silencio.

 

Sal, piedras y pinos

Seguimos ahora rumbo al sur, hacia Santanyí, un municipio del que oiréis hablar en muchas visitas a monumentos porque de aquí se extrae la piedra con la que se han construido muchos de ellos (catedrales, iglesias, palacios, casas señoriales…) durante años. Pero en esta ocasión nosotros buscamos otro elemento, el agua, pues por estos lares se encuentran algunas de las calas y bahías naturales más hermosas de la isla (si es que cabe comparación entre ellas). Cala Figuera, en la misma localidad de Santanyí, es una de ellas, con la estampa de los pinos encaramados en las rocas, adoptando extrañas figuras al ser mecidos por el viento. Más al sur, Cala s’Almunia es otro de los lugares más deseados. Las rocas costeras han creado aquí un par de pequeños refugios donde todavía se conservan las casetas de pescadores y las rampas para sacar las barcas del agua. Un agua transparente que crea una lámina de hipnóticos colores turquesas.


Continuando hasta la punta sur de la isla, llegamos al Cap de Ses Salines, presidido por un faro pintado de blanco. Tras superar la franja de pinar y de arbustos, aparece un particular paisaje de roca blanquecina y dorada  formado por centenares de pequeñas torres de piedras apiladas. A alguien se lo ocurrió una vez y, después, muchos lo imitaron, creando un cuadro que parece sacado de una película de ciencia ficción. Al fondo el mar, aquí más profundo, oscuro y revoltoso. Cerca de este lugar hay otro paisaje de factura humana, el de las Salinas d’Es Trenc, de donde sale la única flor de sal de Mallorca. Siguiendo un proceso totalmente manual se cosecha la flor de sal, la primera que se forma al evaporarse el agua marina. Es una sal delicada, frágil y limpia, porque se recolecta sin dejar que se pose en el suelo. Las visitas a estas salinas pueden completarse con degustaciones en la encantadora tienda de Flor de Sal d’Es Trenc y con una vuelta por la  playa cercana, la de Es Trenc, el último gran arenal sin urbanizar de la isla.

 

 

Texto y fotos: Editorial Viajeros

Mallorca es una isla genuina que invita a volver una y otra vez. Esa autenticidad es la que percibimos en rUpit Mallorca, una compañía creada con dos objetivos fundamentales: transmitir el espíritu mallorquín a través de la moda y contribuir a la sostenibilidad mediante la creación de ropa 100% orgánica. Ahora podremos "llevar Mallorca" encima toda el año.

Texto y fotos: Editorial Viajeros

Rafa Nadal Museum Xperience es un espacio interactivo en el que se exponen de forma permanente los trofeos de Rafa Nadal, recuerdos cedidos por otros deportistas importantes y ofrece actividades y experiencias con simuladores de última generación.

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