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FLANDES: AMBERES Y GANTE. Arte y Gastronomía

Rebeldes y osados, los jóvenes creadores flamencos se atreven con todo. Nos damos una vuelta por Amberes y Gante para tomar el pulso a estas ciudades siguiendo el Arte y la Gastronomía.

God is a DJ. Dios es un DJ.

Y el todopoderoso (y los fanáticos) me libren de estar blasfemando, porque no hago más que leer lo que está escrito en un póster sobre el órgano de la iglesia de San Andrés, en Amberes.

 

Es la parroquia de Rudi Mannaerts, el mismo sacerdote que ha instalado en la nave del templo un saco de boxeo para que puedan desahogarse quienes estén enojados con el Creador, en vez de olvidarse de él. Y el mismo que encargó a Ann Demeulemeester (una de las diseñadoras más importantes de la ciudad y de todo el país) un vestido moderno para la estatua de la Virgen (túnica recta de gasa plateada que cubre otra blanca interior con lentejuelas, adornada con pechera de plumas y flecos negros que caen hasta los pies… según me acaba de describir mi amigo Miguel, estudiante de diseño para artes escénica en la Real Academia de Bellas Artes, mientras miramos y remiramos la talla con una mezcla de pasmo y complacencia). Todo esto es una estupenda muestra para entender por qué dicen que Amberes es una ciudad “distinta”. Pero, sin duda, hay otras muchas razones. Muy cerca de la iglesia de San Andrés, en el Zuid, el barrio sur, la cultura bulle. Aquí estaba la fortaleza medieval y luego el puerto (fluvial, en el río Escalda, que desemboca unos kilómetros más allá, en el mar del Norte). El comienzo de la reinvención de este barrio, hace unos años, comenzó con la transformación de un antiguo y enorme silo de grano en un museo… de arte contemporáneo. Así nació el M HKA y ahora crece, algo irreverente y transgresor, tal como se espera de él, esa es la verdad. Unos metros más allá, el FOMU, el Museo de Fotografía, tampoco se queda atrás en el arte de no morderse la lengua, con sus exposiciones cargadas de denuncia. Me gustan. Los dos. Con sus sacudidas de realidad cruda, sus bofetadas de arte despabilador, sus universos de colores y su modernidad maleable y placentera, haciendo patente el poder catalizador del arte.

 

La torre del norte

Por el norte Amberes también se mueve. Los marineros que frecuentaban el barrio del puerto nuevo (que ya ha quedado viejo y se ha vuelto a trasladar) no acabarían de identificar hoy los edificios ni las calles. Bueno, alguna sí: la que sigue albergando el Barrio Rojo, que ellos frecuentaban y donde ahora la prostitución se ejerce dentro de un marco legal. El caso es que la fisonomía de este espacio ha cambiado y, en mitad de todo, como un faro o un imán, el Museo en la Corriente, el MAS (Museum aan de Stroom), atrae a todo el que pasa por la ciudad. Claro que muchos de los que por aquí pululan, dando vueltas a este monolito de piedra roja y cristal, lo hacen por un motivo más pragmático: hay wifi abierto y gratuito. Es curioso ver a tanta gente pegada a la pantalla del móvil justo al lado de un edificio del que es casi imposible apartar la mirada… En el interior, las distintas colecciones nos hablan de la ciudad desde diferentes perspectivas: histórica, etnográfica, marítima y hasta desde el punto de vista de la alimentación y su gestión dentro de una gran urbe. Es la exposición permanente llamada “Amberes a la carta” que ya solo ella es motivo suficiente para visitar el museo. Y, bueno, si de la alimentación pasamos a la gastronomía tampoco sería nada exagerado decir que solo por lo que atañe al arte culinario merece una visita Amberes y, por extensión, Flandes. Sí, más allá de las patatas fritas y los mejillones, las ciudades flamencas tienen algo que decir. Por ejemplo, con el chocolate. Muy cerca de la casa de Rubens, Dominique Persoone tiene su tienda The Chocolate Line, donde sería una lástima no dejarse caer en la tentación (ya se verá luego cómo nos libramos del mal). Persoone es el inventor del lápiz labial de chocolate y del esnifador de chocolate, así que podéis imaginar lo que es capaz de hacer este hombre con un buen cacao… y si no, basta con pasarse por la tienda y ver los mostradores para comprobarlo.

 

Si hablamos de cerveza, De Koninck es nuestro destino. No esperéis la típica visita con guía, de sala en sala para ver tanques de destilación y líneas infinitas de embotelladoras: aquí el recorrido es por libre e interactivo, con la tecnología como guía. Por cierto, hablando de embotelladoras, De Koninck será el único lugar donde no os aburrirá esta fase de producción: los ruidos y el movimiento de las botellas entrechocando y avanzando por las líneas, y los sonidos de las máquinas que cogen, quitan, ponen, aspiran y resoplan se convierten, convenientemente mezclados, en música tecno o industrial (nunca mejor dicho). Al final, degustación de cervezas, claro, para poner en práctica lo que se ha aprendido dentro.

Rebeldes con causa

Todos estos rincones acaban siendo verdaderos fogonazos de adrenalina. La energía creadora e imaginativa serpentea por la ciudad como un tranvía más, siguiendo los raíles bruñidos que brillan como lingotes con las luces anaranjadas de la iluminación nocturna. Ese nervio generador es el que mueve también a un grupo de jóvenes cocineros repartidos por diferentes ciudades de todo el país, a los que llaman los “rebeldes de la cocina flamenca”. En Amberes hay unos cuantos, como Seppe Nobels que, en Graanmarkt 13, ha dado a las verduras y los vegetales el papel protagonista de sus platos, llenándolos, al mismo tiempo, de color.

Aquí, lo del vegetarianismo no es una moda, sino un modo, una filosofía. Y, sobre todo, en Gante que hasta ha instaurado un día específico para comer solo alimentos vegetales. Sí, es oficial: el jueves, día veggie. Muchísimos restaurantes han adoptado la idea (no solo el casi centenar específicamente vegetarianos que hay en la ciudad), además de las cocinas de los centros municipales, colegios y universidades públicas. Y los platos que preparan son de lo más variado y sabroso, no os vayáis a pensar que con dos hojas de lechuga y unas lentejas lo arreglan, no.

La “capital vegetariana de Europa” es, curiosamente, uno de los pocos lugares que ha conservado la Lonja de la Carne, el mercado en el que se centralizaba el comercio de este producto en todas las ciudades medievales. La de Gante sigue en pie, con su extraordinario armazón de madera del techo, del que cuelgan cientos de jamones curándose. Continúa siendo un lugar dedicado a los productos alimenticios, pero con otro enfoque, pues además de un restaurante, aquí hay un centro donde se venden (y se pueden probar) los productos regionales tradicionales, es decir, todo made in Gante: mastellen (bollitos de canela), roomer (licor de flores de saúco), cuberdons (dulces de forma cónica rellenos de caramelo de frambuesa) o ginebra… mejor dicho, jenever, que no es lo mismo.

   

En la calle y en las salas

Este primer acercamiento a Gante es un buen indicio de lo que uno puede encontrar aquí en cuanto a creatividad. Un buen número de galerías y museos complementan los atractivos de una ciudad a la que, por decirlo de un modo drástico, casi no le harían falta para atraer visitas. Pero sí, más allá de las torres, puentes y casas medievales, descubrir el arte que se guarda en algunos de los museos ganteses merece la pena, ¡y mucho! La mayor parte de ellos está en el Barrio de las Artes, al sur. Se puede empezar por el Museo de Bellas Artes (MSK), cuya colección va de El Bosco a Magritte pasando por Rubens o James Ensor. Pero me temo que, hasta 2019, lo más llamativo va a ser el taller de restauración que se ha instalado aquí, donde se puede ver a expertos en pintura flamenca restaurar una de las obras más famosas del arte: el Retablo de la Adoración del Cordero Místico. Su “hogar” es la Catedral de San Bavón y allí se puede seguir viendo, aunque durante esta restauración, se mezclan las tablas originales y copias exactas, según se van llevando a este taller a la vista del público, aislado acústicamente y blindado.

Enfrente del MSK está el S.M.A.K, el Museo Municipal de Arte Actual. Aquí los protagonistas son las obras de movimientos artísticos como el CoBrA, el pop art, el minimalismo, el arte conceptual o el arte povera, además de las originales y sugestivas exposiciones temporales. Pero el arte moderno también está en la calle, a través del arte urbano, expresado sobre todo en forma de graffitis. Como Gante es una ciudad que hay que andar, pasear, lo mejor es meterse por todos sus rincones para, al mismo tiempo, ir descubriendo estas obras de arte mural callejero, aunque si queremos ir a tiro hecho, también hay un mapa con los itinerarios que podemos seguir para ver cada una de ellas. Creo que no viene en ese mapa pero en la parte de atrás del Museo del Diseño no hay que perderse una obra de arte que tiene una buena historia detrás: es un enorme rollo de papel higiénico, con la leyenda “De pot op!” (que vendría a ser algo así como “A la mie***!), y que tiene doble sentido, pues indica que ahí está el toilet,pero también sería un mensajito para la administración local que lleva más de diez años sin dar licencia al museo para una ampliación para construir una biblioteca y unos baños… Sí dieron permiso para colocar una obra de arte, así que el antiguo director del museo ideó su pequeña venganza con esta instalación...

Ya veis, los ganteses tienen guasa, sí. A veces, un humor un tanto recalcitrante como el que les lleva a renombrar, por ejemplo, el Pabellón Municipal (“Stadshal”) como “establo de ovejas” (“schaapstal”), utilizando la similitud ortográfica. Este edificio, uno de los más originales de la ciudad, tuvo su controversia y su polémica cuando se construyó, aunque hoy todo el mundo lo quiere. Bajo esta gigantesca marquesina de madera (con premios de arquitectura, todo sea dicho) se han dado cita unos músicos que ponen banda sonora cool-jazz y bepop a esta noche gantesa. Las notas y el ritmo me siguen mientras me alejo y, al cabo, la música y la noche, el río, los puentes y las torres son todo uno… Sí... God is a DJ. Amén.

 

Más información www.visitflanders.com/es

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Brujas. Revista Viajeros

Texto y fotos: Editorial Viajeros

Brujas es una de las ciudades más románticas de Europa. Pasear en calesa por sus calles empedradas, navegar en barca por sus canales, caminar por el casco histórico, o saborear su gastronomía en alguno de los nueve restaurantes con estrellas Michelin premiados este año, son algunos de los highlights de una ciudad casi perfecta.

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