Textos y fotos Pedro Grifol
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LOS ÁNGELES. Clichés renovados

Bajo el signo de Hollywood, la ciudad de las quimeras continúa creando tendencias; transforma sus etiquetas y moderniza sus barrios. Ahora, gracias al movimiento hipster todo es distinto, aunque algunos lugares sigan siendo los clásicos… Extraña combinación made in Los Ángeles.



Cuarenta y dos millones de visitantes es el nuevo récord –por tercer año consecutivo– que ha recibido la ciudad de Los Ángeles. Las comparaciones, además de no ser odiosas, son aclaratorias: Nueva York, la primera ciudad turística de Estados Unidos, también sube en visitas anuales (cincuenta y seis millones), pero, comparativamente, Los Ángeles cada vez es más deseada. Las cifras indican que los turistas que ya han ‘probado’ New York, planifican dar el salto a la costa oeste en su próximo viaje a USA. Si bien el benigno clima californiano anima al viaje, también en pleno invierno meterse en las aguas del Pacífico resulta un poco atrevido;  pero reconozcamos que los turistas que viajan a la segunda ciudad más apetecida del país no van buscando ‘sol y playa’, sino ver qué hay en la playa bajo el sol.


Hemos oído tantas veces los nombres de las playas californianas –Malibú, Venice Beach, Santa Mónica, Hermosa, Ventura, Redondo, Matador...– que ya nos resultan familiares, por su fonética española y porque las hemos vivido en las películas… porque las playas de L.A. son de cine. El delirio por culto al cuerpo protagonizó (y protagoniza) el paisanaje con sus body builders. La moda de musculación al aire libre empezó en Santa Mónica Beach, pero ahora los ‘musculitos’ se han mudado a Venice Beach por mor de la modernidad de sus nuevas instalaciones.

El muelle de Santa Mónica es uno de los lugares más fascinantes y concurridos de la gran ciudad, tiene una montaña rusa y una noria propulsada por energía solar desde la que podemos ver, a vista de pájaro, la variopinta fauna que puebla la playa: acróbatas de la bici, gigantes del baloncesto, estrellas del volleyball, reyes del monopatín, piratas del rock’n’roll, cazadores de almas descarriadas, yoguis meditabundos, saltimbanquis de la vida, freaks… y magos en general. Entertainment garantizado.


A saber también que la mítica Ruta 66 termina justo en ese muelle, donde existe un kiosco de souvenirs custodiado por un miembro de la Route 66 Association que sella los pasaportes –como ocurre con los carnés de peregrino de la Ruta de Santiago– a los viajeros que finalizan allí el histórico recorrido.

En Ventura Beach, al atardecer, las olas son más bravías y la playa se llena de surfistas que ofrecen un espectáculo para no perderse. Ahora Ventura es uno de los distritos de moda. Los sábados, Main Street se convierte en una calle-mercado de todo lo inimaginable, desde curiosos objetos ‘descatalogados’ hasta lo más rabioso en diseño; donde lo vintage se mezcla con lo más innovador, y donde encontramos espacios atiborrados de curiosos objetos para coleccionistas nostálgicos como el loft-almacén Times Remembered, junto a la tienda WetSand Shop, especializada en accesorios para surfistas, en la que venden una especie de manoplas de madera para practicar body-surf con punto de conexión para la GoPro…de lo más ‘in’.



Los Feliz

Esos individuos, voluntariamente desclasados, inconformistas al uso, urbanitas, especialistas en cazar los cambios de los hábitos de la sociedad de consumo, y a los que se les conoce como hipsters, son los nuevos vecinos-clientes de otro barrio neo bohemio de tan feliz nombre como Los Feliz. El barrio angelino se llamaba así desde siempre, o mejor dicho: desde que en el año 1800 José Vicente Feliz estableciera allí su rancho por concesión de la corona española. Los Feliz Adobe, una vieja casa construida en la década de 1830 por los herederos del señor Feliz, aun sigue en pie en Griffith Park. Muchos años antes, en la época del cine mudo, había vivido allí Charles Chaplin; y, cronológicamente, han sido vecinos del barrio: Walt Disney, Pola Negri, Bette Davis, Cary Grant y Nicolas Cage. Este mismo año se han renovado muchos locales y convertidos en espacios creativos trendys, como la tienda de productos alternativos y objetos hechos a mano Co-Op, en la que el diseño de sus piezas agita los convencionalismos estéticos al uso. El universo esperpéntico de la tienda de regalos Wacko es la extravagancia personificada entre la irreverencia y lo kitch; en el mismo local está La Luz de Jesús, una galería de arte en la que, entre otros revivals de moda, se exponen cuadros de estética ‘tiki’…otra de las culturas renacidas recientemente, como se hace patente en el lounge-bar Tiki Ti, un antro de la década de 1960 donde se mezclan los clientes que lucen camisas hawaianas y collares de flores con los jóvenes que gastan bigote y barba y van tocados con sombreros panamá. Los hipsters no tienen que esperar a la noche para  tomarse un mai tai… a las dos de la tarde ya está el bar que explota.



El ‘retorno al futuro’ llega a extremos que incluso existe una nueva librería, Skylight Books, especializada en autores locales no mediáticos que tiene un club de lectura que organiza actos para conocer a escritores noveles. Otro negocio es la deliciosa tienda Paper Moon, especializada en ropa de teatro vintage; y una tienda de motos, Glory, para todos aquellos motoristas que no tienen una Harley ¿?. También hay dos cines –¡de los de antes!–, Vista Theatre y Los Feliz, con tiras de neones decorando sus fachadas como en los sesenta, donde echan películas de todos los tiempos. Sorprendente. El cogollo de Los Feliz no tiene pérdida, está en las cuatro esquinas de Sunset Blvd. con Hollywood Blvd.

Otra de las modas que arrasa es acercarse al barrio donde están aparcados los Food Trucks y cenar en la calle a pié de camión. Se trata de restaurantes móviles dedicados a ofrecer comida de todos los lugares del planeta con la característica de ser cocina-fusión, aunque a juzgar por los nombres parece más cocina-confusión. A saber: Wings and Waffles (alitas de pollo con gofres); Sushi Burrito (torta mejicana con pescado crudo); Stanging Corea (quesadillas de kimchi); Fry Fry (frito de crema de cacahuete en sándwich). No es alta cocina pero es cool, hay que probarlo. Cada día, la comitiva aparca en diferentes barrios de la ciudad, llegando a veces a sumar 50 camiones. Tienen su cuenta en Facebook y se comunican entre sí vía Twitter para coincidir en una competencia sana, ya que según pronostica el dicho americano “Win-Win” (“Tú ganas, yo gano”) la cooperación es fundamental. El camión llamado Hamborghini es un éxito… por su nombre, su peculiar logo y su especialidad: rollo de primavera relleno de pasta y queso. También hay food trucks de helados de colores (Italian Sahave Ice) y de churros (Churro Man)…otro exitazo.



Nostalgia Vigente

No hay que olvidar que estamos en Hollywood, lugar de peregrinación para todo aquel que ama el cine, y donde está el Paseo de la Fama pavimentado con más de mil estrellas de mármol coral con los nombres inscritos de actores, cantantes…y otros famosos que en el mundo han sido. Pasear por allí es recordar los nombres olvidados de los astros que antes brillaron y que ahora se han apagado y también es el momento para descubrir nuevas estrellas, como la de Bardem o la de ‘Pe’. Y comparar tus manos con las huellas de los famosos hundidas en el cemento de las losas de entrada del Grauman's Chinese Theatre... es un ejercicio de nostalgia y de emoción renovada. Entre las curiosidades del paseo, destacan algunas anécdotas: En 1927, la actriz del cine mudo Norma Talmadge, fue la primera que puso sus huellas en la acera del teatro, ya que pisó sin querer el cemento fresco; de ahí -dicen- que surgió la idea. Algunas estrellas han sido robadas arrancándolas literalmente del suelo, como la de Gene Autry, el legendario cowboy, que ha desaparecido 4 veces. Los tripulantes del Apolo 11 –Armstrong, Aldrin y Collins– que pisaron la Luna por primera vez, tienen estrella honorífica. Y también Jesucristo tiene la suya ¡Increíble, pero verdad!... aunque ‘el hijo de Señor’ no tiene un Óscar honorífico a toda su carrera (porque también podría ser) ¡todo es posible en América!


Para cargar disco duro de recuerdos inolvidables hay que deambular por el Highland Center. Unos gigantescos elefantes blancos –con sus trompas alzadas, como tiene que ser–, presiden la gran plaza saturada de pequeños restaurantes fast food donde se puede desayunar, comer o cenar a cualquier hora, porque en L.A. no hay horarios… todo es non stop. Desde allí se ven, a lo lejos, las grandes letras del mítico cartel HOLLYWOOD. No está de más acercarse en un taxi para hacer la foto más cerca y para, durante el trayecto, ver las mansiones de los ricos y famosos encaramadas en la montaña. Hay que llegar hasta el final de la curva del mirador de Mulholland Drive y ascender por sus repechos mientras nos imaginamos que se prepara algún fiestón en el jardín escondido detrás de los setos de la casa de alguna celebrity, o quizá que en alguna solitaria piscina flota el cadáver de un supuesto desconocido... como en las películas.

La ciudad de Los Ángeles es nostálgica y visionaria a la vez, es una ciudad joven y moderna pero que presume de sus antiguos clichés. Es un mito para quien sepa cazar mitos, es un decorado de cine, pero real como la vida misma.
 


CURIOSIDAD: La Scala

El día que elija para curiosear por Rodeo Drive, el feudo de las firmas de lujo de Beverly Hills, imprescindible reservar tiempo (no hace falta reservar mesa) para comer o cenar (horario ininterrumpido de 11:30 h a 22:00 h) en La Scala, un restaurante con historia española y con historias de película americana.

Fundado en 1956 por el español Jean Leon, un hombre visionario y enérgico emprendedor, fue uno de los glamurosos restaurantes de la época dorada del cine, frecuentado por artistas como Natalie Wood, Debbie Reynolds, Marlon Brando o Frank Sinatra, y por notorios presidentes –incluso tuvo un privé para recibir al mismísimo Kennedy (con Marilyn)–; sigue siendo un referente para los españoles que visitan L.A. Su famosa ‘chopped salad’ y los ‘spaguetti alla cognac’ son dos inamovibles del clásico menú que merecen probarse, así como los vinos tintos creados por J.Leon y elaborados desde 1973 en el Penedés. Gigi Leon, actual propietaria de La Scala, recuerda algunos españoles famosos que visitaron el restaurante, como los toreros Paco Camino o El Cordobés… Ahora, algún día se deja ver por ahí Antonio Banderas (sin Melanie).


 

Disponible reportaje completo, y mucho más, en la edición en PDF de Viajeros 174

 

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