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ARGENTINA. El tren a las nubes

Hay diferentes rutas ferroviarias con leyenda, una de ellas es el archifamoso Tren a las nubes que emplea más de 15 horas en recorrer los casi 300 kilómetros que separan Salta del viaducto de La Polvorilla, a más de 4.200 metros de altitud.


Hay diferentes rutas ferroviarias con leyenda, una de ellas es el archifamoso Tren a las nubes que emplea más de 15 horas en recorrer los casi 300 kilómetros que separan Salta del viaducto de La Polvorilla, a más de 4.200 metros de altitud.

Texto: Juan Franco Crespo (Relato de lectores, edición impresa Viajeros 164) Fotos: Turismo Argentina

Es el único del planeta que no utiliza cremallera (al menos si nuestra búsqueda de datos no nos ha fallado) a tan considerable altura y, también, una atracción turística para visitantes de todo el mundo entre los meses de abril y diciembre. El estío (enero a marzo en el Hemisferio Sur) se aprovecha para reparar desperfectos en esta línea de tan peculiares características orográficas y afianzar aliviaderos.

Un sueño sobre raíles

Tras partir de Salta (Valle de Lerma) a 1.187 metros de altura, el tren nos lleva hasta Campo Quijano, un precioso valle donde podemos sorprendernos con el variado terreno y los cultivos. Aquí el hombre sigue arañando, como antaño, el sustento a una tierra que por otros pagos, gracias al progreso (¿seguro?), están yermas. En ese lugar se encuentra un impresionante viaducto (Candado) de 24 metros de alto y casi un centenar de longitud. El tren acomete un trecho en zigzag que le permite ir ganando altura incluso marcha atrás.

En El Alisal el paisaje se convierte en estepario, sin vegetación pero con una rica fauna adaptada a la altitud y especializado en la búsqueda del sustento en las matas verdes o amarillentas parecidas a nuestro esparto; por doquier, aparecen guanacos, llamas, vicuñas, etc. Incluso en algunas zonas se ven reunidas en rebaños cuidadosamente vigilados por sus propietarios. Algunas de estas especies sirven de alimentación en distinguidas mesas de Europa gracias a su excelente sabor.

Puerto Tastil, a 2.600 metros, nos indica oficialmente la llegada a la célebre y solitaria tierra denominada Puna que tanto me impactó cuando estuve de voluntario en Bolivia a mediados de los noventa; un territorio que siempre me atrapó y difícilmente olvido: la soledad más absoluta y un interminable horizonte. Los cactus nos recuerdan la sequedad, la dificultad de la vida y la fragilidad del ser humano en unas condiciones bastante extremas. El hombre, una vez más, agudizó el ingenio: el tren utiliza el sistema de rulo y la vía pasa dos interminables curvas que superan el medio kilómetro y un túnel de 181 metros. La vegetación prácticamente ha desaparecido y los efectos de los minerales de la región crean cerros de colores diversos: amarillo, azul, gris, rosa… Además, aquí localizamos la mayor ciudad precolombina que hubo en lo que hoy es el territorio argentino.

Teóricamente ya hemos superado las escasas poblaciones del trayecto: Incahuasdi, Cachinal y San Antonio de los Cobres; el final y más elevado punto de este peculiar tren turístico está próximo: 222 metros de viaducto y 63 metros de altura nos indican que estamos en La Polvorilla.

Nuestro recorrido ha transcurrido por 1.600 toneladas de acero en un escaparate de ingeniería sin precedentes, considerada una obra ferroviaria monumental.

Juan Franco Crespo, de Tarragona, obtuvo con su relato una suscripción gratuita anual a la revista Viajeros. Participa y cuéntanos tu viaje. Si tienes alguna duda puedes ponerte en contacto con nosotros a través de los perfiles de Facebook o Twitter.

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