Textos y fotos Jordi Jofré y O.T. Alemania
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EL LAGO CONSTANZA. ALEMANIA

Tras recorrer el coqueto casco histórico de Meersburg, donde habíamos conocido a la dueña de un castillo del siglo VII, el sol se despidió con unos poderosos haces que parecían marcar el camino del único velero que se divisaba en la inmensidad de las aguas del Lago Constanza, el tercer enclave lacustre más grande de Europa.

Recorrer el Lago Constanza permite al visitante disfrutar de agradables paisajes donde no faltan viñedos, castillos, jardines, veleros y, por supuesto, una gran masa lacustre como personaje omnipresente. Cabe recordar que las guerras mundiales fueron relativamente condescendientes con algunos de los cascos históricos de sus poblaciones, por lo que todavía hoy podemos pasear por callejuelas y placitas de aires medievales y barrocos. Así, en las orillas surgen multitud de puntos turísticos que hacen que cada día sea diferente. Se pueden conocer desplazándose gracias a la eficaz red de ferries existente, bordeándolo en carretera o, para los más deportistas, realizando una ruta en bicicleta de unos cinco días de duración. La visita, por tanto, podría adaptarse a su gusto.

El lago ocupa una extensión de unos 572 km2 que pertenecen a tres países diferentes: Austria, Suiza y Alemania. Tal es el tamaño de este enclave que se le conoce con el nombre de Mar Suabo. Multitud de ríos y arroyos alimentan este poderoso caudal, pero es el Rin su fuente más importante. Los transbordadores, de todo tipo y condición, surcan sus aguas con puntualidad, siendo fundamentales para la articulación de la vida en estos lares. Así, cuando subes a uno de ellos para trasladarte, digamos que de Bregenz a Friedrichshafen, convives con oriundos que utilizan este transporte como el que toma el 21 en la puerta de su casa.


Nuestra escapada se centrará en la parte germana. Una buena idea es alojarse en Constanza para conocer desde aquí los lugares más singulares. En la lista no debería faltar nunca el laberinto de callejuelas de Meersburg ni los aromas de la Isla de las Flores. Otros lugares muy aconsejables son Lindau y merecen la pena algunas ofertas culturales curiosas como el Museo Zepelín y el de los Palafitos.

 Mainau, una isla para las flores

Gracias al buen gusto, olfato y dinero de la familia Bernadotte, hoy podemos disfrutar de los paseos por Mainau o Isla de las Flores. A juego con la elegancia del castillo y la iglesia que también aquí se yerguen, pétalos, pistilos y tallos lucen orgullosos en los jardines de la ínsula. Son flores presumidas, sabedoras de su belleza y de la fuerza que otorga pertenecer a una familia muy numerosa. Los miles de visitantes que aquí se acercan cada año –hablamos de la mayor atracción turística de la región–  no paran de fotografiarlas, olerlas, tocarlas para comprobar que no son de plástico y de cantar a los cuatro vientos –muy perfumados en este caso– su estilismo y hermosura. Y ellas, claro, se siente guapa y parece que cada mañana se acicala con mucho esmero –con la ayuda de una amplia plantilla de jardineros–.

Quizás esto les parezca exagerado o tal vez sea que un servidor haya respirado demasiado de este flowerpower pero es fácil afirmar que es buena idea emplear una mañana en este enclave y dejarse embriagar con algunos de los aromas más agradables de la Naturaleza. Y ahora les termino de contar el porqué. Un par de pabellones llamarán su atención. Uno, hasta hace poco desmontable, que resguarda de las heladas a palmeras y limoneros; y otro, diseñado para recrear condiciones de temperatura y humedad tropicales, donde un gran elenco de mariposas revolotea entre plantas exóticas.

Podríamos hablar también de los espacios pensados para niños donde no paran de reírse mirando animales o chapoteando entre columpios donde no falta el agua. El líquido de la vida también está presente en las panorámicas de los miradores: el lago, imponente, siempre esta ahí. La lista continúa: fuentes, cascadas, estatuas de flores, un pequeño zoológico, árboles de más de 150 años, restaurantes, exhibiciones, etc. En fin, 45 hectáreas para el deleite de los sentidos y para todos los integrantes de la familia. Y esto sólo era el principio; en la orilla opuesta del lago nos esperaba uno de los lugares con mayor encanto de la región: Meersburg.

Meersburg y los habitantes del castillo

Cual condes, duques o altos representantes de la UE, Julia Naeßl-Doms, propietaria del castillo de Meersburg, nos dio la bienvenida en la sala de recepción. La estancia, no demasiado grande y más acogedora que solemne, bien podría ser el salón de un burgués acaudalado del siglo XIX. Un elegante piano negro flanqueando la entrada, una mesa de madera noble coronada por un candelabro, un juego de cuatro sillas y sofá, todos ellos vestidos de rosa… y en la pared, aquel cuadro donde una señora miraba inquisitivamente, pero poco hablaba, como esperando a que confesásemos nuestras trastadas. La que sí conversaba, y de manera muy amable hay que reconocer, era Julia. Muy mundana ella teniendo en cuenta que habita en un castillo. Y qué castillo señores.



La leyenda dice que fue fundado en el siglo VII por el Rey Merovino Dagoberto I que curiosamente, quizás estén de acuerdo conmigo, tiene al mismo tiempo nombre de personaje importante y de niño que se lleva collejas en clase. Fuera como fuese, y tras siglos de ampliaciones, disputas de nobles, entradas ceremoniosas a caballo de obispos e historias de amores imposibles, ha llegado a nuestros días. Es todo un privilegio conocer sus estancias que se hallan decoradas con mobiliario y aparejos de las sucesivas épocas. Así, uno se deleita con polvorientos manuscritos que están a buen recaudo en estilizadas vitrinas, sinuosos pasadizos que huelen a fantasma, escaleras barrocas de corte señorial, férreos yunques que descansan frente a tenazas, pinzas y fuelles, jardines donde la vista se te va a las almenas, togas de obispos que seguro que sufrían del mal de la coquetería… Y malo me estaba poniendo yo durante la visita porque, a pesar de ser un lugar con mucho encanto, por las ventanas se veía una luz maravillosa que me iba a asegurar buenas fotos, tarea sencilla teniendo en cuenta el poderío de la villa.

 


Meersburg es una postal en 3D. Encaramada en una colina, los campos de cultivos adyacentes, donde abundan frutales y viñedos, y el Lago Constanza, con los Alpes Suizos al fondo, le confieren un aire bucólico. La Oberstadt, la Ciudad Alta, es barroca como ninguna y cuenta con abundantes rincones de cuento entre callejuelas, plazas y casas de madera, todo ello restaurado y cuidado. Este pequeño laberinto tiene algo de irreal pero no por ello deja de ser agradable. Si uno desciende a la Unterstadt se topa con un vistoso paseo marítimo. Y es aquí donde surgen los restaurantes y cervecerías que no podían desaprovechar las panorámicas; la mejor de ellas: el atardecer con los ferries iluminados arribando a puerto.

Finalmente, proponerles alguna actividad deportiva, ya sea acuática –veleros, yates, buceo, etc– o en tierra –senderismo y caminos para bicicleta–. ¿Cansado? Pues haga como nosotros y dedique un par de horas a disfrutar de sus termas, más bien de las difícilmente igualables vistas de la piscina climatizada exterior: todo un lujo.
 


Constanza y la promesa del retorno

En Constanza la lluvia nos acompañó en demasía. Y por ello nuestra visión quedó algo empañada. Cabe decir que esta región alemana disfruta de un clima más benigno que el resto del país, aunque nosotros no tuvimos suerte... El caso es que, a pesar de tener que ir con un paraguas como sombrero, pudimos intuir todo su potencial.

Constanza rezuma historia. Si llegas en barco, para empezar, te recibe una meretriz. Se trata de Imperia, una estatua giratoria poco pudorosa, pero elegante, que nos recuerda la época –siglo XV– en que aquí se celebró un Concilio, reunión que siempre atraía a todo tipo de comerciantes: de cuerpos, de especies, milagros y demás. Fíjense que arte en el regateo: de este encuentro surgió un Papa que disputaba su autoridad pontificia ante otros dos –que no se reconocían entre sí–. En fin, disputas celestiales aparte, esta anécdota nos vale para introducir su intenso periodo medieval –y los posteriores– que regala paseos por el barrio antiguo o Niederburg.

La Catedral y su conjunto son dignos de ser conocidos, sobre todo la cripta –con discos de oro incluidos– y los claustros. El Ayuntamiento también resulta muy vistoso, al igual que infinidad de detalles que llamaron nuestra atención: puertas, torreones, fuentes, frescos en las fachadas, monasterios, etc. Dos aspectos no pueden quedarse en el tintero en esta breve descripción. Por un lado la oferta cultural que presenta al ser considerada la capital económica de la región, y por otro, que es una ciudad universitaria, lo que siempre confiere un punto de alegría a las calles y terrazas.

Para tener una excusa y poder regresar en una futura visita hemos obviado otros enclaves medievales como Lindau, parajes naturales como los picos Pfänder y Säntis, islas como la de Reichenau o castillos como el de Salem. De hecho, tenemos un compromiso firme con nosotros mismos y hemos envidado la apuesta: la próxima vez nos animaremos con la bicicleta y recorreremos el Lago Constanza a nuestro aire.


PARA TOMAR NOTA

Cómo llegar. La situación del Lago Constanza, lindando con Alemania, Austria y Suiza, hace que las opciones de llegada sean múltiples. Para la ruta propuesta en el reportaje se puede volar con varias compañías. Air Berlin, Lufthansa, Germanwings, Swiss Airlines, Iberia. Desde dichos aeropuertos –ya que el servicio público de transportes de ambos países funciona estupendamente– nuestra recomendación es utilizar los trenes, autobuses y ferries para desplazarse por la zona. Si entiende alemán, la web www.euregiokarte.com le facilitará la planificación en este sentido.

Idioma y moneda. En toda la región el idioma predominante es el alemán. Se utiliza el Euro en la zona alemana y austriaca, y en Suiza el Franco –1 Euro equivale aproximadamente a 1,33 Francos–.

Dónde Dormir:
Hotel Constantia. Estancias cómodas y agradables. Decoración fresca y moderna. Kreuzlinger Strabe, 13. Constanza Tel. +49 75 3136 3210
Hotel 3 Stuben. Acogedor y práctico.  Cuenta con una cafetería idónea para tomarse una cerveza. Kirchstrasse, 7. Meersburg. Tel. +49 753 280 090

Dónde Comer:
Restaurante Dominikanerstube. Situado en el hotel Steigenberger, ofrece especialidades regionales de calidad. La decoración, que se asemeja a una cabaña de madera, ofrece calidez a las comidas. Auf der Insel, 1. Constanza. Tel. +49 7531 1250
Restaurante Mole 3. A orillas del lago y con una terraza envidiable, cuenta con una carta tradicional donde quizás lo más destacado sean las sopas y los postres. Segelhafen, 3 Lindau. Tel. +49 838 2274 9289
Valentino. Recetas italianas al uso. La ubicación y el personal son muy agradables. Seepromenade, 10-11. Meersburg. Tel. +49 753 278 09

Museo de los Palafitos. Con más de 90 años de historia –está considerado uno de los primeros espacios culturales al aire libre de Europa– el Museo Pfahlbaumuseum recibe a multitud de curiosos que quieren conocer las viviendas y los modos de vida de la Edad de Piedra y Bronce. A orillas del lago y basándose en hallazgos arqueológicos de diversos puntos de Alemania se reconstruyeron palafitos que, conectados con pasarelas de maderas, asemejan un poblado de aquella época. Los tours guiados facilitan la comprensión de toda la información y hacen más amena la visita que, con un poco de imaginación, resulta ilustrativa. Conozca así las costumbres, las técnicas de construcción, los hábitos alimenticios, los utensilios para cultivar y cazar, las rutas mercantiles… una buena manera de desempolvar conocimientos estudiados en la escuela y de entretener una mañana a los más pequeños.


Deporte y relax:
• Las actividades acuáticas son muy comunes, ya que el Lago Constanza es un paraíso para este tipo de deportes. Pero también es muy recomendable recorrer las orillas y disfrutar a la vez de otros paisajes donde abundan los viñedos y las playas. Una buena idea es recorrerlo en bicicleta, ya que se halla bien preparado para ello. El recorrido completo lleva al menos cuatro días pero se pueden elegir tramos y tomar ferries y trenes a su gusto.
• Encontrará variadas ofertas de relax. Nosotros optamos por las termas de Meersburg que, sin contar con unas instalaciones espectaculares, resultan curiosas y agradables por su área climatizada al aire libre que parece unirse con el Lago.

Más información
Oficina de Turismo de Alemania. San Agustín, 2, 1º Dcha. Madrid. Tel. 914 293 551

www.bodensee.eu
www.konstanz.de
www.meersburg.de
www.mainau.de

Texto y fotos: Pedro Grifol

En coche, y por etapas. Esa es la mejor manera de recorrer la región alemana de los valles del Rin y del Mosela. En este periplo podemos emplear desde una semana hasta un mes… Y aunque las carreteras alemanas ofrecen la posibilidad de pisar el acelerador con brío, un viaje de placer no es eso…

Texto y fotos: Editorial Viajeros

Tres perlas bañadas por el fluir del mítico Danubio nos abrirán las puertas de sus coquetos cascos históricos para descubrir parte de la trayectoria de Baviera, un estado alemán que guarda una idiosincrasia un tanto ajena al resto del país y una esencia destilada por los avatares de la iglesia y la nobleza europea.

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