Somontano. Revista Viajeros
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HUESCA. Somontano, la cuna de Baco

He conocido un lugar donde saborear el tiempo, bañarme en los conocimientos del vino, enriquecerme con sus catas, desarrollar los sentidos y conseguir diferenciar un aroma a vainilla de uno a frutos secos. Con la magnífica compañía de los oriundos, esconderme en el Somontano ha sido un placer que deseo compartir.

 

Pienso en el Somontano, en ese pequeño rincón de Huesca que, aunque lleva produciendo vino desde tiempos inmemorables, no fue hasta el siglo XIX cuando comenzaron verdaderamente a explotar sus posibilidades. Los campos de vides, los intensos colores de la uva, las bodegas, las catas, los aromas dulces o cítricos y los sabores afrutados, a madera o a tierra ocupan su recuerdo. Una sensación agradable y acogedora me recorre. ¿Serán sus caldos, el entusiasmo de los dueños de cada establecimiento para demostrarte el valor que tienen estas laderas y valles? ¿la Sierra de Guara y sus barrancos? ¿las botellas de Enate, las de Lalanne, las de Viñas del Vero o cualquiera de las restantes? ¿el pueblo de Alquézar y su colegiata? No sé... 

No es nada concreto, es el conjunto lo que hace especial a este enclave oscense.

pasión por el vino

La tradición del vino en la comarca es muy intensa. Su consumo forma parte del día a día. Nadie duda en hacer un descanso –de vez en cuando– para gozar de unos minutos con Baco. Pero, ojo, aquí no consiste en ingerirlo simplemente, se trata de disfrutar con el ritual. Una copa llena es toda una experiencia. Primero abrir la botella, oler el corcho, observar cómo va llenándose hasta la cantidad justa de color burdeos, contemplar como el cristal se tiñe, inspirar la fragancia que se desprende... Sí, lo afirmo: es un acto placentero. Las gentes que habitan en la zona, desde el encargado de las diferentes cavas hasta los dueños de los alojamientos y restaurantes es lo que tratan de transmitir. Pero cierto es que donde mejor podemos aprender de enología es en las bodegas que te reciben ansiosos e impacientes de enseñarte a disfrutar y diferenciar sus diferentes tipos de productos.

Lo primero que aprendes en ellas y que te sorprende dada su importancia, es que su D.O. es bastante joven. Aunque ya encontramos documentos del año 500 que hablan de su cultivo, tendremos que esperar hasta el siglo XIX para observar un aumento de la producción. El mal de la filoxera hizo que los experimentados franceses buscaran otros terrenos fértiles para trabajar y descubrieran este fructífero lugar.

En 1984 se concedió la certificación y sólo existían cuatro centros. Sin embargo, dada la riqueza de su suelo y su clima no tardaron en proliferar. Lo apasionante de estas es que cada una posee algo diferente que la hace merecedora de una visita. Basándose en ellas han concebido la Ruta del Vino Somontano que engloba a todos los establecimientos –alojamientos, restaurantes, bodegas...– avalados por un sello de calidad y que nos ayudarán a sumergirnos en la cultura enológica.

de bodega en bodega

“Los mayores siempre van primero” me enseñaron de pequeña y como yo soy muy educada, empezaremos por la que primero se estableció por estos lares: Lalanne. Situada en una encrucijada de carreteras, en el término de Barbastro, capital de la región, es vecina de varias otras de la talla de Viñas del Vero. Las centenarias cepas son las que otorgan a este establecimiento la notoriedad que posee. En pie desde el año 1884, cuando la familia se vino de Burdeos, ya cuenta con seis generaciones que se han dedicado a su cuidado. Su interior desprende todo el aroma a antiguo. Empezando por la sala que te presentan al principio con unas enormes barricas, siguiendo por las estancias donde reposan los grandes reservas y donde las telarañas crean una atmósfera misteriosa o por aquella en la que dos barriles presumen de haber sido los únicos supervivientes de la Guerra Civil. Sí, es que resulta que donde ahora están los visitantes se guarecieron los soldados durante el conflicto; claro, sólo dejaron ese par: había que ahogar las penas. Así, la visita a este lugar nos muestra cómo se conjugan las formas tradicionales de obtener el jugo del fruto con las nuevas tecnologías necesarias para obtener calidad de estos tiempos.

Muy cerca de esta, se encuentra Viñas del Vero, que utiliza los suelos a orillas del río Vero para producir su Crianza, Chardonnay o Gewürztraminer, entre otros. Hablando del segundo, hacemos referencia a Blecua, la niña más mimada. Sus instalaciones bien merecen una visita porque son muy especiales. Empezando porque su producción es a pequeña escala, su cosecha es manual, su bodega encantadora y, finalmente, porque conlleva, además de 4 años de producción, una triple selección: viñedos, racimos y barricas. En cualquiera de ellas sería rechazado si no cumple unos requisitos... Podéis imaginaros a qué sabe...

Por último nombraremos el complejo Secastilla que se obtiene de un terreno pedregoso a 700 metros sobre el nivel del mar. Este era cosechado en la antigüedad y, aprovechando las propiedades de la misma, ha sido recuperado para obtener este caldo con personalidad propia.

De la mano del Arte y la contemporaneidad

¿Tenéis la imagen de Enate? Pues aquí podrás visitar sus instalaciones. No podrás desligarlo del Arte porque este impregna cada rincón. Desde sus inicios en 1991, poco a poco su ligadura con esta disciplina ha ido aumentando hasta convertirse en un museo. Empezando por las obras que yacen en su exterior como el bosque de hierro de su edificio, la decoración de su interior y las etiquetas de las botellas –cada una es un cuadro de un reconocido autor– hasta la sala de exposiciones donde se muestran más de 180 obras de artistas de la talla de Antoni Tàpies, Eduardo Chillida, Rafael Canogar, etc. Incluso otorga unas becas para nuevos talentos. Así, y aún con grandes proporciones, ha conseguido conservar la calidez en muchos recovecos.

Como hemos dicho las bodegas no paran de nacer por la región, cada año son más. Otras dos que no te dejarán indiferentes: Laus y Sommos. ¿Qué diríais si os digo que para construir Sommos sus dueños se han recorrido el mundo entero para conocer las tecnologías más avanzadas? Así, una gran obra de acero y cristal, que recuerda al Guggenheim, se levanta majestuosa en el prepirineo. ¿Queréis llegar a una sala donde macera el producto de Baco tranquilo con humidificación automática e incluso una suave melodía las 24 horas? A los encargados les consta que con mimos madura mejor. Como veis, vanguardia y tradición se unen para lograr unos productos distinto y únicos.
 

Aburrirse uno no podrá, hay suficientes centros para no caer en la repetición. Una llama la atención por su antigüedad, otra por su modernidad, por su vanguardismo, por su ligazón con el Arte, etc. Además, no descuiden que en estas líneas únicamente hemos hablado de algunas, ni mucho menos de todas.

para completar el menú

Sin embargo, no está de más salpicar esta escapada enoturista con algo distinto. Por ello y para completarla os hacemos una serie de sugerencias nada desdeñables. Alquézar es un coqueto pueblo empedrado que esconde, pese a sus pequeñas proporciones, una colegiata. Además, desde aquí parten numerosas rutas en bicicleta, los senderos por el Cañón del río Vero, vías ferratas y otros lugares de interés ornitológico. Ideal para deportistas. En una pequeña localidad, Bierge, hay una iglesia que no podemos pasar por alto. Sus muros albergan unos frescos difíciles de contemplar en otra parte. Son policromados, pertenecen a la transición románico- gótica y datan del siglo XIII. En la actualidad dos partes del mismo descansan en Cataluña y en Norteamérica, pero al menos uno ha logrado permanecer en el lugar de origen.

Por último y como tributo a la calidad de los aceites que aquí se elaboran  en la Almazara de Buera se ha creado un espacio de interpretación que explica las tradicionales formas de elaboración.

 

Y así, terminará nuestra expedición al Somontano, un enclave que mucha gente no sabrá ubicar en el mapa pero que todos conocemos por sus vinos y que, gracias al esfuerzo de todos sus habitantes, se convierte en uno de esos parajes donde desearía volver este otoño...

 

Sé que siempre podré hacerlo porque allí te esperan con los brazos abiertos para mostrarme los frescos de San Fructuoso, dispuestos a brindar conmigo con el mejor vino, y así después de un par de copas, encontrarle el sentido a la vida, sacarle partido al pasado y hacer castillos de arena con el futuro.

 

Vosotros que podéis, id allí y no os perdáis la oportunidad de comprobar los productos de la próxima vendimia.

 

 


 

Hoteles con Historia. RevistaViajeros

Texto y fotos: Editorial Viajeros

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