Categoría
Compartir

TOLEDO. Tras la estela de El Greco

Toledo es la localización perfecta para cualquier película histórica porque todo parece haber permanecido igual desde hace siglos. De nuevo ha saltado a las pantallas como una superproducción televisiva con este matiz. Los personajes se mueven por sus calles contagiándonos las ganas de recorrerla nuevamente y lo hacemos de la mano de El Greco.

Toledo es la localización perfecta para cualquier película histórica porque todo parece haber permanecido igual desde hace siglos. De nuevo ha saltado a las pantallas, esta vez como una ambiciosa superproducción televisiva con este matiz. Los personajes se mueven por sus calles y principales monumentos contagiándonos las ganas de recorrerla nuevamente y lo hacemos de la mano de su privilegiado hijo adoptivo, El Greco.

Por Pepa García (procedente de edición impresa de revista Viajeros 163)

Aunque no es necesario que una serie de televisión nos incremente las ganas de volver a Toledo, es cierto que el apoyo cinematográfico a veces ayuda a recordar que contamos con ciudades maravillosas en nuestro territorio. Y no es que lo digamos nosotros, sino que la Unesco también ha reconocido sus valores funcionales –convivencia de culturas– y monumentales –numerosos exponentes de diversos estilos artísticos–. Toledo, cruce destinos es una superproducción enmarcada en la península ibérica del siglo XIII que cuenta con Juan Diego, Maxi Iglesias, Eduard Farelo y Patricia Vico como principales protagonistas y donde una gran parte de los rodajes se ha realizado en un escenario que poco ha necesitado para transmitir el ambiente medieval. Dicho esto, regresamos a Toledo con más ganas que nunca a descubrir su faceta más artística.

Alboroto de día y magia nocturna

Desde nuestro punto de vista existen dos tipos de viajeros, los que representan la algarabía, el moverse en grupo, el trasiego y la vida diaria de Toledo durante el día y aquellos otros que se identifican más con largos silencios y con el saber escuchar el alma de una ciudad.

Los primeros disfrutarán visitando el mayor número de sus 103 edificios monumentales –280 con valor patrimonial– en tiempo récord intentando empaparse de los largos recitales de los guías, las leyendas y las anécdotas de la ciudad; volverán a sus casas exhaustos de cultura, de trajín, de risas, de tiendas, de tiempo compartido ante abundantes viandas y satisfechos de haber descubierto un poco más el patrimonio castellanomanchego. Los segundos, quizás un poco más bohemios y, a veces dados a la rarezas, llegarán casi de noche tras haber disfrutado del ocaso sobre el Tajo desde la terraza del Parador Conde de Orgaz o la ermita de la Virgen del Valle. Entrarán a pie desde alguna de las puertas históricas –de la Bisagra, del Sol, del Cambrón o de Alfonso VI– y se deslizarán por las calles, acompañados solo por el sonido que produce su calzado sobre los guijarros e iluminados por farolas cómplices de las sombras proyectadas.

Este grupo optará al rango de caballero que establecía Luis Buñuel en su libro de memorias Mi último suspiro, donde aseguraba que “para acceder al rango de caballero había que amar Toledo sin reserva, emborracharse por lo menos durante toda una noche y vagar por las calles. Los que preferían acostarse temprano no podían optar más que al título de escudero”.

Ya estarán prácticamente todos los monumentos cerrados, pero no importa, este primer momento sirve para tomar las medidas a la ciudad y gozar del privilegio de sentirla tuya por un instante. En tu camino es difícil no encontrar  alguna taberna, restaurante, bar o vinoteca que te ayude a alcanzar la jerarquía establecida por el cineasta. Consulta la Guía práctica donde te indicamos algunas referencias donde degustar unas sabrosas tapas. Tampoco es conveniente pasarse esta primera noche porque al día siguiente, con los ojos y la mente bien despierta, se gozará más de la ruta que hemos preparado.


Y se hizo la luz...

La noche acaba y la luz comienza a invadirlo todo, saca de su anonimato el Alcázar con su autoritario porte militar pero también a la estilizada torre de la Catedral y a los más tímidos conventos. Nos imaginamos incluso a los personajes pintados de El Greco desperezándose para ocupar su lugar en los cuadros que serán observados y escudriñados por miles de turistas desde primera hora.

En la denominada Ciudad de las Tres Culturas existen determinadas referencias arquitectónicas que se muestran como imprescindibles si es la primera vez que la visitas. Estas son las relacionadas con las tres religiones que convivieron durante un largo período histórico y que dejaron dignos representantes en forma de templos, mezquitas y sinagogas. Monumentalmente Toledo es tan amplia que se necesitaría una semana al menos para comenzar a intuirla sin agobiarse; sin embargo, el tiempo que se suele destinar oscila de las escapadas fugaces de un día al fin de semana largo. Las opciones temáticas dentro de la antigua Toletum también son variadas y, en esta ocasión, nos hemos dedicado a perseguir el arte y la estela de El Greco por cada una de sus calles y callejones, a veces tan empinados que solo son aptos para personas en buena forma o con mucha moral.

Doménikos Theotokópoulos, nacido en la ciudad cretense de Heraklion, en 1541, llegó a Toledo con 35 años de edad y en ella permaneció hasta su muerte en 1614. Se formó en su isla natal como pintor de iconos, pero más tarde se trasladó a Italia donde entró en contacto con reconocidos artistas como Tiziano, Tintoretto y Miguel Ángel. Si bien, su particular estilo manierista –criaturas inmateriales, trazos alargados, colores fríos– se forjó ya en España y, particularmente, en esta ciudad.


El lugar idóneo para comenzar a intuir la figura de este artista es el Museo de El Greco, que no se ubica en su casa –esta se situaba a unos 200 metros y no se conserva–, sino en el antiguo palacete del Marqués de la Vega-Inclán. Las instalaciones intentan recrear su vivienda y mostrar lo más destacado de su colección. Entre las taquillas ubicadas en un moderno cubo y el edificio se encuentran algunos patios ajardinados con fuentes donde descansar un momento o prepararse para disfrutar de los documentales y de la magnífica obra del pintor. Quizás la sala más impactante sea la del Apostolado y, como obra, la de Vista y plano de Toledo. Reserva toda una mañana para recrearte como se merece.


Una vez empapados de su vida y obra, el siguiente paso obligado es detenerse ante su lienzo más célebre, El entierro del conde de Orgaz, en el que tuvo que emplear casi dos años. Este fue un encargo de Andrés Núñez de Madrid en 1586, párroco de la iglesia de Santo Tomé, donde se exponía originalmente. Cuando el flujo de visitantes se intensificó se colocó en una capilla de este templo con salida a la calle –donde se cobra entrada–. Es interesante, si no se es experto en Arte, contar con una visita guiada.

A partir de este momento, si quieres disfrutar de las numerosas obras repartidas por la ciudad es mejor tomárselo con calma e ir recorriendo los edificios que las albergan –magníficos todos ellos–.

Tras la estela de la obra de El Greco

Comenzamos por Santo Domingo El Antiguo, el convento más añejo de la ciudad, donde se conservan los tres primeros cuadros que pintó a su llegada a la ciudad: San Juan Bautista, San Juan Evangelista y la Resurrección ante San Ildefonso. En la entrada verás un cartel con una indicación sobre mazapanes artesanos, toma buena nota porque muy cerca se encuentra el convento de San Clemente donde venden los productos elaborados por las monjas cistercienses; su labor se remonta a 1212 –las Delicias son exquisitas–.

Con el dulce aroma de estos postres continúa camino hasta el Museo de Santa Cruz (muy cerca de la plaza Zocodover, el centro neurálgico de Toledo). Externamente llama la atención su fachada plateresca pero no llegas a intuir la amplitud y magnificencia de sus estancias interiores y de su artesonado. Nació como hospital para niños huérfanos, posteriormente fue Colegio militar y, finalmente, en 1919 pasó a convertirse en pinacoteca. Actualmente se articula en torno a tres secciones: Arqueología –con piezas sorprendentes como las defensas de un mamut–, Artes Decorativas –amplia colección de cerámica– y Bellas Artes. En la planta superior, a la que se accede desde el patio y a través de una escalera monumental firmada por Covarrubias, te puedes deleitar con piezas desde la Antigüedad hasta el siglo XX. Por supuesto, también acoge algunas de las geniales pinturas del artista cretense. No dejes de sentarte un buen rato frente a su cuadro de La Inmaculada Concepción. La vida cultural no se detiene aquí, ya que es frecuente que se produzcan conciertos en las capillas de la iglesia. No desaproveches la oportunidad de asistir a alguno, suelen ser gratuitos y la entrada es por orden de llegada.

 Hospital Tavera, imprescindible

El Hospital Tavera ha sido uno de los grandes descubrimientos de nuestro último viaje a Toledo ya que, a pesar de sus grandes dimensiones, al situarse extramuros se había quedado relegado a un segundo plano en anteriores ocasiones. Por distintos lugares del edificio se reparte la obra de El Greco quien recibió en 1608 el encargo de decorar la capilla del hospital. Entre los lienzos que se pueden observar se encuentra El bautizo de Cristo, La Sagrada Familia con Santa Ana, Las lágrimas de San Pedro y el retrato del cardenal –el tono amarillento de su cara es debido a que se realizó a partir de una máscara mortuoria, que también se halla expuesta–. Llegados a este punto ya no nos sorprende la maestría del artista en su trazo, pero lo que sí llama la atención es la escultura de Cristo resucitado, ya que no solía trabajar las tres dimensiones. Magnífica, por otro lado.

Hemos dejado para el final la guinda arquitectónica de la ciudad, cuya torre resulta visible y es buen punto de referencia. Nada más traspasar el umbral de la Catedral su magnificencia te abruma –120 metros de largo, 60 de ancho, 5 naves que son sostenidas por 88 columnas y 72 bóvedas– y el peso de la historia te empequeñece. En ella existen hitos imprescindibles como la Capilla Mayor, el impresionante Coro –uno de los mejores de Europa realizado por Alonso Berruguete y Felipe Bigarny–, el Claustro y el Tesoro. Pero, ya que seguimos los pasos del artista cretense nos vamos a detener en la Sacristía, donde una vez superada la impresión que produce el fresco de su bóveda –obra de Lucas Jordán–, la mirada la atrae el cuadro de El Expolio que pintó El Greco en ese mismo lugar en 1587. Es difícil disfrutar del mismo en soledad, ya que siempre se encuentran grupos arremolinados atendiendo a las explicaciones de su guía. Otras pinturas de este autor y de otros igual de reconocidos –Caravaggio, Tiziano, Van Dick, Goya, etc.– también se concentran en este pequeño espacio. En este lugar terminamos nuestra visita a Toledo deseando que llegue pronto 2014 para disfrutar de la amplísima muestra de la obra de este artista que tendrá lugar con motivo de la celebración del IV Centenario de su muerte.

Si te ha interesado este reportaje puedes compartirlo en redes sociales (Facebook o Twitter) o bien continuar leyendo las mejores recomendaciones en la Guía Práctica de Toledo. ¡Gracias!

Más experiencias seleccionadas para ti