Esta intensa actividad cultural se completa con el ambiente que respira la ciudad, un auténtico museo al aire libre. Así, se encuentra repleta de esculturas que los visitantes aprovechan para admirar y fotografiar. Ana Ozores se escapó de La Regenta, el famoso libro de Leopoldo Alas Clarín, para vivir ya para siempre en Oviedo. Ubicada cerca de la catedral de San Salvador, invita a pasear por las calles del casco antiguo de lo que para ella fue Vetusta.
Otra de las estatuas más fotografías de la ciudad es La Maternidad. El artista colombiano Fernando Botero quiso dejar su huella y para ello nada mejor que una de sus rotundas damas de bronce acompañada con su rollizo bebé, que se puede contemplar en la plaza de la Escandalera.
Woody Allen también deseó estar presente en lo que para él es “un lugar especial, como si no fuera de este mundo, como un cuento de hadas”. La figura de Allen caminará ya para siempre entre los transeúntes por el centro de la urbe.
La Lechera aparece como homenaje a las mujeres que hasta los años setenta del pasado siglo XX trabajaban como lecheras, llevando con sus burros la leche que distribuían por el casco urbano de Oviedo.
Dominando la perspectiva de la plaza de Porlier, mirando hacia la Catedral, se encuentra El Regreso de Williams Arrensberg, conocido como El Viajero, del asturiano Eduardo Úrculo, en su momento la estatua más famosa de la ciudad y la que inició la costumbre de fotografiarse junto a las esculturas.
Muchas de estas esculturas son punto de encuentro extraoficial de los ovetenses, también llamados carbayones.
Oviedo cuenta con muchas más representaciones esculturales que salpican con arte la ciudad, os animamos a que las descubráis en vuestra próxima visita.