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GIPUZKOA. La escapada perfecta

En Gipuzkoa es difícil equivocarse de destino, ya que está repleta de rincones que por sí solos ya representan el alma vasca: paisajes increíbles, excelentes restaurantes, sorprendentes fenómenos geológicos y sobre todo buena gente. El triángulo compuesto por Zarautz, Getaria y Zumaia será nuestro eje este fin de semana. ¿Nos acompañas?

Las pequeñas, y no tanto, poblaciones costeras guipuzcoanas que hace una década podían formar parte del diario secreto de algunos viajeros desvelan ya sin pudor todos sus atractivos, seguras de sí mismas y de su valor turístico.

Sin embargo, no temáis porque no han perdido ese encanto que siempre han ostentado y que temíamos que pudiese haber desaparecido tras varios años sin visitarlas.
Las emociones son siempre positivas, ya que enaltecen y graban a fuego las vivencias en cualquier lugar que conozcamos y eso ocurre siempre que pisamos el País Vasco. En esta ocasión han sido tres municipios los que nos han visto pasear por sus calles, entrar en tabernas y restaurantes y mirar con gula los productos que exhiben los puestos de los mercados al aire libre.

¿Puede haber mejor lugar para adquirir un recuerdo gastronómico que en uno donde los propios ganaderos o agricultores ofrecen su mercancía?

La Zarautz de ahora y de siempre

Sí, de acuerdo, ha crecido. Zarautz ha aumentado de población y de espacio habitable, pero en el fondo sigue siendo la misma. Los recuerdos que permanecen de la infancia siempre están relacionados con la playa y aquellos toldos a rayas en forma de casetas que los niños intentábamos recordar previendo nuestro despiste al salir del agua. El pintor Joaquín Sorolla inmortalizó aquella escena en una de sus obras, Bajo el toldo. Esa ensenada de dos kilómetros y medio se nos hacía inmensa, ahora paseas por ella y el ambiente ha cambiado, es más dinámico y cosmopolita. Los surferos inundan de color el ambiente con sus tablas y la mezcla de idiomas te hace dudar de que sigas en la Península. Si quieres cruzarte con los mejores puedes pasarte por Planeixa o Playa Gris (entre Getaria y Zumaia) donde sólo la élite surfea debido a la dificultad de su gran ola. En Zarautz aportan alegría y también un poco de envidia ante ese estilo juvenil y con una pizca de rebeldía que exhala su forma de vida. La algarabía poco a poco se queda atrás cuando te diriges hacia el norte de la playa, el paisaje va adquiriendo un tono más natural y salvaje, donde los edificios y terrazas son sustituidos por arena dorada, el sistema dunar más grande de toda la provincia, de hecho. Sólo el verde del campo del Real Club de Golf (9 hoyos y 165.000 m2) añade la nota de contraste con el azul intenso del mar Cantábrico. Si te gusta la naturaleza puedes adentrarte a través de las pasarelas por el biotopo protegido de Iñurritza donde se puede contemplar la flora y fauna propia de este litoral. Las aves se concentran más en el estuario, un pequeño canal que penetra en la tierra arrastrando los materiales propios del lugar en la tierra. Gaviotas y kulixkas escudriñan el área en busca de alimentos que picotear con pasión. 

Este paseo te abre el apetito con seguridad, volvamos a la población.

mucho y bueno

¿Alguien duda de que la comida vasca te deje saciado? Seguramente no. Al igual que en toda la cornisa cantábrica, la comida de Gipuzkoa es abundante y exquisita y recomendar lugares específicos donde degustarla innecesario. Si bien, no podemos dejar de mencionar el restaurante de la familia Arguiñano que se encuentra junto a la playa, Karlos es uno de los cocineros más queridos y cercanos del país. La saga continua, ya que sus hijos regentan el Arguiñano Anaiak, con un ambiente más minimalista y decorado por Antón Yeregui Uranga, donde se puede degustar desde 2008 las especialidades zarauztarras y otros deliciosos platos. Muchos establecimientos más te sorprenderán, algunos situados en grandes casonas y otros más pequeños pero con platos igual de impresionantes. Entre los más típicos de Zarautz se encuentran los chipirones en su tinta y a lo Pelayo, la merluza en salsa verde, las sardinas, el besugo a la parrilla y el txangurro. Los pintxos son otra estupenda opción tanto como picoteo, en la comida o en la cena. Y, por supuesto, no hay que olvidar acompañarlo con un bueno vino, uno ligero y de color paja, autóctono de la zona y que marida de forma espectacular casi con todo. Por supuesto, te hablamos del txakoli.

Pues bien, ya hemos paseado, comido en abundancia y ahora nos faltaría alguna actividad cultural para terminar este fantástico día. Nos aconsejan acercarnos al conjunto de Santa María La Real, un templo medieval que llama la atención al igual que el Museo de Arte e Historia, donde se observan los niveles de romanización y los enterramientos medievales. Existe, además un patrimonio monumental mucho más amplio que es interesante conocer y que consta de ermitas, palacetes y casas señoriales. Como a casi todos los viajeros nos encanta la fotografía y nos hemos acercado al Photomuseum que alberga una amplia colección de material e imágenes, además de exposiciones temporales.

Getaria, de Elkano a Balenciaga

Seguimos nuestro periplo por la costa vasca y el siguiente municipio en aparecer es Getaria. Al aproximarnos, el monte de San Antón (responsable por su forma del sobrenombre del ratón de Getaria) va aumentando de tamaño y se muestra como el objetivo más deseado. Si antes el monumento al marino Juan Sebastián Elkano (hijo predilecto de esta tierra) era lo primero que tenías en mente cuando pensabas en esta población, ahora otro autóctono ha tomado el relevo. Se trata del modisto Cristóbal Balenciaga, cuyo museo es ahora la meca de cuantos gustan del arte del buen vestir. Este famoso getariarra, nacido en 1895, adquirió el gusto por la costura gracias a su madre Martina Eizaguirre, la cual vestía a las más refinadas damas de la época. Tras una etapa de aprendizaje y con sólo 22 años inició su camino en solitario y comenzó a abrir varias tiendas en España. La guerra civil y otros avatares históricos lo obligaron a salir de nuestras fronteras, impulsando así su carrera a nivel internacional. Moda y perfumes marcaron su vida hasta que falleció en 1972. Una de sus últimas creaciones fue el vestido de novia de Carmen Martínez-Bordiu (la nieta de Franco). El cuerpo de Balenciaga permanece en el cementerio de su ciudad natal pero su espíritu lo acoge el nuevo Museo homónimo. Su aportación a la alta costura le granjeó el respeto de otros grandes como Coco Chanel, quien dijo que era el único de ellos que era un verdadero couturier.

Uno de los mejores momentos para llegar a Getaria es al mediodía cuando los asadores de pescado comienzan a expandir su aroma en el ambiente y el apetito se abre sólo con pensar en las fantásticas piezas que puedes degustar de un momento a otro

Aunque cuenta con bonitas playas, como la de Malkorbe o la de Gaztetape, nuestro lugar favorito es el puerto pesquero, donde los barcos se alinean como en una postal y exhiben nombres que te invitan a pensar en la historia que cada uno tiene detrás. El muelle deportivo, por su parte, más que a artesanos de redes te recuerda a vacaciones y a diversión. Getaria y el mar forman una sola unidad, por lo tanto no resulta extraño que Elkano, el primer marino en dar la vuelta al mundo, fuese oriundo de aquí.

Si estás pensando en adquirir algún recuerdo, puedes comprar conservas artesanas de anchoa, pulpo o sardinilla y, por supuesto, unas botellas de txakoli (con D.O. Getariako Txakolina desde 1989), que ya habrás tenido oportunidad de degustar en las comidas. En la población merece la pena pasear por su casco medieval para descubrir, entre otros monumentos, pequeñas joyas como la iglesia de San Salvador y, junto a ella, las casas-torre de Zarautz y de Ochoa Ibáñez de Olano. Si queda tiempo libre es aconsejable conocer los barrios de Meaga, Monte Garate, Askizu, Eitzaga y, por supuesto, el ratón de Getaria, un parque natural que hasta el siglo XV era una isla y que fue unido por un itsmo artificial al pueblo. Desde la cima, la panorámica de la costa es maravillosa.

Zumaia y su reflejo en el mar

Las imágenes de la costa en dirección a Zumaia invitan a detenerse a cada paso para inmortalizarlas, al menos en la retina. Los acantilados retan al mar con sus formas agresivas y el azul del Cantábrico se deja abrazar por ellos. Cual sirena emergida del océano, esta villa guipuzcoana se despereza al sol exhibiendo un encantador núcleo histórico con el puerto deportivo a sus pies. Sus orígenes la unen a la religión con la fundación inicial de un monasterio al que luego se fueron añadiendo otras viviendas de aquellos que buscaban un lugar desde el que protegerse de los pillajes y la piratería. Gracias a ellos, hoy día disfrutamos de una población hermosa y tranquila, que mira siempre al mar con respeto y admiración.

En su casco antiguo se descubren palacios y parroquias como la de San Pedro, que nos hablan de otros tiempos donde la nobleza y la iglesia ocupaban una posición privilegiada

El arte también sobresale, ya que allí se encuentra el Museo Zuloaga –ubicado en la ermita de Santiago– donde se exhibe la obra del pintor y su colección personal. En el interior de la capilla observarás un Cristo esculpido por su amigo Julio Beobide (artista vasco que dedicó su vida a la escultura religiosa y el realismo costumbrista), quien también dispone de su propio espacio expositivo donde se muestran sus bocetos, herramientas y obras en distintos soportes. Aunque Zumaia tiene carisma, su entorno natural no se queda atrás. Con el peculiar nombre de Flysch se denomina un fenómeno geológico que se observa en la costa (también en Deba y Mutriku) y que consiste en la aparición de estratos verticales en los acantilados, cuando son sobre la plataforma costera se le llama rasa mareal del Flysch. El mejor lugar para verlo es desde el mar, existen excursiones organizadas, así que no pierdas la oportunidad de admirarlos desde ese ángulo.

La cercanía al Cantábrico también convierte el municipio en un destino de salud idóneo dada la posibilidad de utilizar todos los elementos derivados del mar (agua, algas, lodo) como elementos terapéuticos. La talasoterapia se emplea para recuperar el bienestar físico y mental en el centro Zelai a través de distintos programas supervisados médicamente. Su ubicación sobre los acantilados y la brisa marina seguro que hará el resto sobre el espíritu. 

Esta puede ser la guinda para finalizar un fin de semana donde habremos tenido un poco de todo, buena gastronomía, paisajes increíbles, historia, arte y una acogida maravillosa que es la que logra afianzar un viaje en nuestro recuerdo.

Guia práctica

No te pierdas

EL MUSEO BALENCIAGA

Aldamar Parkea, 6. Getaria.                  Tel.943 008 840,

Museo Balenciaga
 

El museo dedicado a Cristóbal Balenciaga es una visita imprescindible en la costa vasca tanto por lo que representa esta figura de la alta costura como por la ubicación del mismo. El gran modisto nacido en Getaria dispone ya de una morada a su altura en un edificio de nueva construcción anexo al Palacio Aldamar –antigua residencia de los marqueses de Casa Torre, abuelos de la reina Fabiola de Bélgica y protectores de Balenciaga en sus inicios–. La construcción ha sido obra del arquitecto cubano Julián Argilagos y sus innovadoras formas  no dejan a nadie indiferente. El interiorismo adapta los espacios a su función como salas de exposiciones, polivalentes, cafetería, recepción o tienda. La colección que se exhibe está compuesta por las 1.200 creaciones más representativas de toda su obra. Este centro también lleva a cabo una labor importante en cuanto a conservación, restauración e investigación. 

ALTA GASTRONOMÍA

La gastronomía vasca no necesita presentación, ha alcanzado tan renombre que justifica un viaje. Aprovecha tu escapada para degustar las especialidades de la tierra en Zarautz, Getaria y Zumaia.

Las opciones son muchas y variadas, quizás habría que comenzar por visitar los mercados como el de Ordizia y Tolosa, en los que se puede admirar la excelente materia prima de la tierra. A continuación, irse a tomar un aperitivo en forma de pintxos, unas joyas en miniatura tradicionales o creativas. Para comer, los asadores de pescado; una sidrería, donde tomar un menú a base de bacalao y chuletón y los fogones de comida casera. Para cenar, nos merecemos una visita a algún templo gastronómico donde los renombrados chefs vascos ofrecen cocina de autor. En tu mesa no debe faltar merluzas, rodaballos, angulas, txangurros, alubias de Tolosa, chuletas y un buen txakoli de Getaria. El éxito está asegurado.

 




 

Quien haya visitado Bilbao hace una década no lo reconocería actualmente. La luz parece haberse proyectado en sus nuevos edificios de cristal e invade los espacios que, orgullosos, se sitúan en las riberas de la Ría del Nervión. Ese es el caso del Barceló Bilbao Nervión, un establecimiento que se ha renovado en los últimos meses.

Texto y fotos: Oscar Checa

La gastronomía es una de las mejores guías para conocer el Golfo de Vizcaya. En el recorrido que te proponemos la podrás disfrutar, además, en cinco lugares excepcionales.

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