Late a ritmo de bodhrán y a tiempo de reel pero también posee la delicadeza de las antiguas melodías, pausadas y evocadoras. Animada, enérgica, divertida, próspera, accesible... la capital de Irlanda es, sin duda, uno de los destinos más estimulantes del Viejo Continente.
Durante mucho tiempo, lo irlandés se consideró como símbolo de lo rústico, lo poco sofisticado, señal de atraso y fanatismo. Hoy esa concepción ha cambiado. La Irlanda rural se ha transformado en una emergente potencia económica que se alinea al lado del resto de los países europeos en pos de la modernidad. Y aún así, afortunadamente, la isla no ha olvidado su lado "auténtico", exótico y diferente (recordemos que los romanos no llegaron hasta aquí). La filosofía, el pensamiento y las costumbres irlandesas tienen un poso distinto que se saborea con el placer de las cosas delicadas, exclusivas y exquisitas. Sigue conservando el trato amable y sencillo de sus gentes y símbolos como la lengua gaélica, que lejos de ser algo de lo que "avergonzarse" constituye uno de los elementos clave de su identidad.