La línea del mar se ve cada vez más cerca por la ventanilla del avión. Como una composición artística gigante, aparece ahí abajo, junto a la costa, un tetris de estanques de colores que asombra a unos pasajeros cada vez más inquietos por la constante cercanía del avión al océano. Son las eras inundadas del Parque Natural de Ses Salines donde el agua marina se evapora poco a poco dejando una costra de sal lista para ser utilizada. El aeroplano sigue descendiendo y cuando ya el mar se ve a tan solo unos metros, aterriza en suelo firme. Ibiza recibe con intensidad, con emociones palpitantes, con todos sus colores reflejados en las piscinas artificiales de esas salinas: los rosados pálidos de las flores de almendro, los verdes y amarillos de los pinares, los ocres de la tierra del interior, los malvas de los atardeceres, los azules del mar y el blanco, siempre el blanco...
Pero esto es solo el principio...