Las vacaciones en septiembre suelen ser más relajadas y, por lo tanto, idóneas para disfrutar de islas que invitan al descanso como Menorca. Nuestra sugerencia es que os alojéis en el hotel Torralbenc, ubicado en Alaior (entre Mahón y Ciudadela), y gocéis de su spa y su magnífico restaurante.
Es un ritual al que nunca renuncio cuando visito Ciutadella: desayunar en el emblemático Bar Imperi, en la plaza des Born. Se puede pedir un café con leche y el consabido cruasán, pero lo que realmente se impone aquí es empezar el día con una tostada de sobrasada y miel. Antes de que el sol castigue sus calles hay que darse un paseo por el compacto centro histórico. Menorca perteneció al Califato de Córdoba durante cuatro siglos y de aquella época ha quedado en la isla no solo la toponimia –Binibeca, Binigaus– sino también el trazado de algunas localidades como la propia Ciutadella, cuya impronta árabe se reconoce en un casco antiguo de callejuelas y pórticos. De hecho, la misma plaza en la que hemos desayunado, la des Born, se sitúa dentro de las mu- rallas de la antigua ciudad morisca. A un lado está el Ayuntamiento, que ocupa un edificio señorial del siglo XIX construido sobre el antiguo alcázar musulmán. También la catedral, una sobria construcción de estilo gótico catalán, fue erigida sobre un lugar de culto árabe. El campanario de esta basílica, igual que ocurre con la sevillana Giralda, no es otra cosa que el viejo alminar de la mezquita.
Cuando empieza la acción en Ciutadella –es decir, numerosos turistas de compras en Ses Voltes y sol justiciero– es el momento de moverse hacia otra zona más fresquita. Una buena candidata es Fornells, una localidad marinera que nació al abrigo de una amplia bahía en la costa norte. Subirse a un kayak es perfecto para refrescarse, adentrarse en las múltiples cuevas que se agazapan en este litoral y, por qué no decirlo, quemar el contundente desayuno.
Volvamos a la bella morisca a última hora de la tarde, cuando las luces del crepúsculo hacen las delicias de los fotógrafos en la parte baja del muelle ciudadelano. Mercadillo permanente (camisetas, collares o abarcas) y terrazas a la luz de las velas en las que se sirven los mejores productos salidos del mar. Como sucede en cualquier lugar que en verano rebosa de ambiente, mejor reservar mesa o venir pronto. En las cartas abundan las calderetas, las fritadas de pescado fresco, los arroces y una tentación a la que nunca logro resistirme: los postres de almendra y miel. Algo que, por cierto, también dejaron aquí los árabes.
Paseo en kayak frente a la costa de Fornells
En la zona norte de Menorca, la menos transitada, se puede disfrutar del paisaje más abrupto.