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MENORCA. A solas, y en verano

Es un destino playero como pocos: agua turquesa, calitas recónditas, sol todo el verano... lo que lo convierte en objeto de deseo para muchos durante los meses estivales. Esta vez trataremos de evitar los lugares y los horarios más concurridos y buscaremos sus rincones menos conocidos para tenerla para nosotros solos.

ciutadella, la antigua capital de la isla.

Es un ritual al que nunca renuncio cuando visito Ciutadella: desayunar en el emblemático Bar Imperi, en la plaza des Born. Se puede pedir un café con leche y el consabido cruasán, pero lo que realmente se impone aquí es empezar el día con una tostada de sobrasada y miel. Antes de que el sol castigue sus calles hay que darse un paseo por el compacto centro histórico. Menorca perteneció al Califato de Córdoba durante cuatro siglos y de aquella época ha quedado en la isla no solo la toponimia –Binibeca, Binigaus– sino también el trazado de algunas localidades como la propia Ciutadella, cuya impronta árabe se reconoce en un casco antiguo de callejuelas y pórticos. De hecho, la misma plaza en la que hemos desayunado, la des Born, se sitúa dentro de las mu- rallas de la antigua ciudad morisca. A un lado está el Ayuntamiento, que ocupa un edificio señorial del siglo XIX construido sobre el antiguo alcázar musulmán. También la catedral, una sobria construcción de estilo gótico catalán, fue erigida sobre un lugar de culto árabe. El campanario de esta basílica, igual que ocurre con la sevillana Giralda, no es otra cosa que el viejo alminar de la mezquita.

Cuando empieza la acción en Ciutadella –es decir, numerosos turistas de compras en Ses Voltes y sol justiciero– es el momento de moverse hacia otra zona más fresquita. Una buena candidata es Fornells, una localidad marinera que nació al abrigo de una amplia bahía en la costa norte. Subirse a un kayak es perfecto para refrescarse, adentrarse en las múltiples cuevas que se agazapan en este litoral y, por qué no decirlo, quemar el contundente desayuno.

Volvamos a la bella morisca a última hora de la tarde, cuando las luces del crepúsculo hacen las delicias de los fotógrafos en la parte baja del muelle ciudadelano. Mercadillo permanente (camisetas, collares o abarcas) y terrazas a la luz de las velas en las que se sirven los mejores productos salidos del mar. Como sucede en cualquier lugar que en verano rebosa de ambiente, mejor reservar mesa o venir pronto. En las cartas abundan las calderetas, las fritadas de pescado fresco, los arroces y una tentación a la que nunca logro resistirme: los postres de almendra y miel. Algo que, por cierto, también dejaron aquí los árabes.

Paseo en kayak frente a la costa de Fornells

En la zona norte de Menorca, la menos transitada, se puede disfrutar del paisaje más abrupto.

Menorca telúrica

Mientras en la costa sur los cuerpos se tuestan al sol en playas de arena dorada, la zona norte está menos transitada.

Aquí dominan los paisajes esculpidos por la intemperie, los caminos sembrados de piedras y los acantilados, lugares que los románticos suelen frecuentar en las primeras y últimas luces del día. Optemos por madrugar y acerquémo- nos hasta el pintoresco faro de Favàritx, uno de los cinco que vigilan el litoral menorquín desde las alturas. Rodeado de un paisaje abrupto y oscuro que resulta extraño en la amable Menorca, desde Favàritx se puede contemplar la primera salida de sol de España.

Antes de que el calor apriete, conviene acercarse a alguno de esos megalitos que abundan en la isla y que desafían, impasibles, a los elementos y a los siglos. Y es que a los romanos en esta isla les precedió la civilización talayótica, contemporánea a los íberos. Este pueblo salpicó el territorio de construcciones en forma de poblats (poblados), talaiots (atalayas) y taules (espacios ceremoniales) que, asombro- samente, aún en nuestros días se cuentan por miles. Concretamente en Menorca hay unos 1.500 yacimientos, por lo que optar por alguno de los menos conocidos es siempre garantía para disfrutarlo a solas.

Si comenzamos el día mirando al mar desde las alturas, podemos terminar de igual modo en el Cap de Cavalleria, el punto más septentrional de la isla. Es el rincón que siempre acabo visitando cuando viajo a Menorca, y es que este lugar lo tiene todo para despertarle a uno el lado místico: acantilados vertiginosos, un faro que vigila la costa, una cueva en forma de ventana sobre el mar y atardeceres de anuncio

Favàritx es uno de los cinco faros que salpica el litoral de Menorca.

Siguiendo el Camí des Cavalls se conoce Menorca desde otra perspectiva.

patrimonio equino

Nunca un animal estuvo tan vinculado a la historia de un territorio y al día a día de sus gentes como los caballos a Menorca. Los animales de pura raza Menorquina son un pilar de la cultura de esta isla, una pieza clave de su pasado asociado a la defensa, al trabajo en el campo, al transporte y a las fiestas patronales. Para ver a estos equi- nos en todo su esplendor conviene acercarse hasta Son Martorellet, una finca dedicada al cuidado y adiestramiento de esta preciada raza autóctona. Allí se les puede ver entrenar y es posible asistir a un espectáculo de doma clásica y doma menorquina. También existe la opción de recorrer alguno de los tramos del Camí de Cavalls –sendero histórico del siglo XIV que circunda la isla– a lomos de alguno de estos espléndidos caballos negros. Varias hípicas organizan rutas y paseos por el Camí de Cavalls y por otros lugares de Menorca

Si Ciutadella me fascina por sus perfiles moriscos, Mahón me cautiva por su espíritu británico.

a la inglesa

Los ingleses permanecieron en la isla durante casi cien años y la capital adquirió de ellos ese carácter defensivo que todavía se percibe en sus plazas fuertes y recintos amurallados. El Fuerte Marlborough es, quizás, el enclave defensivo más íntimo y curioso de todos. Mimetizado en el paisaje hasta el punto de que es casi invisible desde el exterior, entre 1710 y 1716 los ingleses excavaron en la roca esta fortaleza que sufriría dos largos asedios. Los británicos perdieron ambas batallas –una contra el ejército francés en 1756 y otra contra las tropas españolas en 1781– pero, paradojas de la historia, tras ellas siempre volvieron a recuperar la isla. No sería hasta 1802, en la firma de la Paz de Amiens, que España, con la ayuda de Napoleón Bonaparte, recuperaría Menorca definitivamente.

También de pasado castrense es la vecina Es Castell (Georgetown cuando la fundaron los ingleses), una localidad cuyo puerto compite en belleza y ambientillo con el de Mahón, pero a pequeña escala. En las antiguas cuevas que usaban los pescadores se han instalado algunos restaurantes especializados en la cocina del mar, lugares en los que, por la noche, se puede cenar tranquilo con el sonido de las olas besando las barcas en el muelle.

En una de esas terracitas lo propio es tomarse una pomada (ginebra con limonada), una pellofa  (ginebra con sifón) o un ginet (ginebra sola con hielo). Y es que aquellos oficiales y marineros británicos del siglo XVIII destacados en Menorca añoraban algo más que los prados verdes y el clima lluvioso de sus islas. Así que deci- dieron traer la bebida que por aquel entonces, igual que hoy, estaba de moda en su patria: la ginebra. Los menorquines adaptaron la receta a las posibilidades mediterráneas y empezaron a elaborar el destilado inglés a partir de algo que aquí se tenía más a mano: el aguardiente de uvas y las hierbas aromáticas. Ahora la ginebra Xoriguer está entre la extensa lista de productos “kilómetro cero” que se producen en la isla. Una tendencia que está muy de moda en Menorca, un territorio que a pesar de ser tan compacto presume de tener de todo, desde quesos, hortalizas, vino, aceite o carne local... hasta, quién nos lo iba a decir, sus propios gintonics.

El Fuerte Marlborough.

La naveta des Tudons es uno de los restos talayóticos mejor conservados de la isla.

Guia práctica

Cómo llegar

La compañía aérea Vueling realiza el trayecto directo hasta Mahón desde diversas ciudades españolas (Barcelona, Madrid, Bilbao, Málaga, Santiago de Compostela, Alicante y Sevilla). Otras líneas aéreas que cuentan con frecuencias a este destino son Iberia y Ryanair.

 

Dónde alojarse

Barceló Hamilton Menorca

Paseo Santa Agueda, 6. Es Castell.

Tel 971 362 050, 

Ubicado en plena bahía de Mahón junto a la pintoresca marina de Es Castell, el Hamilton es un hotel solo para adultos pensado especialmente para parejas o grupos de amigos que busquen total tranquilidad. Dos rincones imprescindibles: los jacuzzi con vistas en la azotea y el restaurante Sa Cova, famoso por sus calderetas de pescado.

Artiem Hotels

Tel. 902 356 935,

Esta cadena hotelera dispone de tres establecimientos en Menorca. Uno de ellos, Capri, situado en la capitalmenorquina; Audax, ubicado en la cala Galdana; y Carlos III, en la ribera sur del puerto de Mahón. Artiem, seguidor de  la corriente slow, destaca por su interés en promover el bienestar físico y psíquico de sus huéspedes.

Hotel Rural Morvedra Nou

Camí Sant Joan de Missa, km  7.  Ciutadella.

Tel.  971  359 521

Situado en una antigua hacienda de 1650, este alojamiento con encanto dispone de diecisiete habitaciones decoradas individualmente al más puro estilo mediterráneo. Ofrecen varias actividades al aire libre como rutas a caballo, paseos en bicicleta o senderismo.

Dónde comer

Torralbenc

Ctra. Mahón-Cala’n Porter. Km 10. Alaior.

Tel. 971 377 211

Un hotel de estilo rural-chic, es el lugar que ha escogido el galardonado chef Paco Morales, para regentar un restaurante de aires mediterráneos. Propuestas frescas para los mediodías –ensaladas de la propia huerta, pescados de la lonja...– y creaciones sofisticadas por las noches, como el cochinillo tostado con puré de ciruela o el postre de frutos rojos del jardín.

Sa Pedrera des Pujol

Camí d’es Pujol, 14. Torret, Sant Lluís.

Tel. 971 150 717

Un chef asturiano, Daniel Mora, lleva más de diez años explorando las infinitas posibilidades de los productos y el recetario menorquín. Defensor de la cocina Km 0 en la isla, en su carta propone platos tan atractivos como las croquetas de sobrasada, la caldera de morena o el erizo con huevo y huevas.

No te pierdas

Cocina con historia

Aunque los franceses sostienen que la mayonesa se inventó en Normandía, muchos historiadores defienden la teoría de que fueron los habitantes de Mahón quienes la idearon. Un libro de cocina me- dieval del siglo XIV escrito en catalán, Sent Soví, describe la receta del all-i-oli, una preparación que los franceses adoptaron quitándole el ajo, tras su invasión a la isla en el siglo XVIII. Otra es- pecialidad histórica de esta balear son los quesos de la D.O. Mahón-Menorca, cuya tradición se remonta al 2.000 a.C. De esa fecha datan los hallazgos arqueológicos que demuestran que dos milenios antes de Cristo ya se ela- boraba queso en la isla. Tiene un ligero sabor ácido, y si se sirve en los postres mezclado con mermelada recibe el nombre de “jaleo”.

Qué comprar

Las abarcas (o avarcas) son el calzado típico de una isla que antes que turística fue eminente- mente rural. Los payeses, que aprovechaban los recursos que el entorno les brindaba, cosían dos trozos de cuero de vaca y con ello protegían sus pies en el campo durante los meses de más calor. Uno de los artesanos que las siguen cosiendo como antaño es Joan Doblas, en Ferreries, quien además de realizar sus propios y originales diseños (con forma de lagartija, tortuga u olivo, pintadas a mano…) también hace abarcas a medida en pocos días.

Direcciones de interés

Texto y fotos: Editorial Viajeros

Las vacaciones en septiembre suelen ser más relajadas y, por lo tanto, idóneas para disfrutar de islas que invitan al descanso como Menorca. Nuestra sugerencia es que os alojéis en el hotel Torralbenc, ubicado en Alaior (entre Mahón y Ciudadela), y gocéis de su spa y su magnífico restaurante.

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