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Chile. De Santiago a la Araucanía

Del jaleo de los barrios de Santiago hasta la paz de la Araucanía, esa es nuestra propuesta para que disfrutes de lagos a los pies de los volcanes, ríos serpenteantes, valles decorados con viñas, cascadas y pozas termales. Además, agudizaremos los sentidos para conocer la cultura mapuche, un pueblo indígena que lucha por continuar viviendo acorde con su idiosincrasia

La llegada en avión, con la imagen de Santiago encajonado entre los Andes, quita el hipo. De camino al hotel ya comienzas a notar el vaivén de esta ciudad que, desde hace unos años, vive a otro ritmo. Aquí han brotado sin mesura rascacielos y centros comerciales, incluyendo uno de los malls (o moles) más grandes de Latinoamérica (el Costanera Center, ubicado en el barrio de Providencia). Por supuesto, eso crea un skyline con cierto encanto urbanita. En todo caso, no cuenta con un patrimonio arquitectónico de primera (la culpa es, principalmente, de los terremotos). En cambio, encontraremos barrios animados, interesantes propuestas de ocio y el incipiente desarrollo de una nueva etapa en su gastronomía. En definitiva, sigue evolucionando, tanto en su fisionomía como en sus divertimentos. Es, además, la puerta de entrada y salida del país, perfecta para descansar antes de lanzarse a conocer las maravillas de Chile
 

En nuestro caso, nos vamos a acercar hasta la Araucanía, a intentar ver cómo viven los mapuches en la actualidad y a disfrutar de los volcanes y lagos que les han acompañado desde hace siglos.

Paseando por el centro histórico

La ruta patrimonial por el casco histórico de Santiago suele comenzar y finalizar en la Plaza de Armas que se halla rodeada de edificios de renombre, incluyendo el Museo Histórico Nacional y la Catedral. El trasiego de gente es continuo, ya sea de camino al trabajo, al banco o con las compras del día. Los artistas callejeros, más reposados, esperan pincel en mano para hacer su trabajo. Y nosotros como viajeros tenemos que saber que nos hallamos en el epicentro de Chile: desde los tiempos coloniales hasta la democracia, casi todo ha ocurrido aquí.

Por el camino aparecen el Museo de Arte Precolombino y, entre otros, el histórico y mítico Palacio de la Moneda, donde Allende murió tras el golpe de estado de Pinochet. Pero no queremos ponernos agrios, así que puede ser un buen momento para degustar un mote con huesillo, una típica bebida acaramelada chilena (verás bastantes puestos en la calle donde probarlo). En este punto se puede optar por seguir por los aledaños del centro y, por ejemplo, subir a lo alto del Cerro de Santa Lucía, pasear entre los tenderetes del Mercado Municipal o ilustrarse con las obras del Museo Nacional de Bellas Artes. Otra recomendación es seguir los pasos de personalidades de renombre y visitar el Cementerio Municipal. Es un camposanto donde se puede apreciar un llamativo contraste entre los nichos de la gente de a pie y los mausoleos que se han levantado. Entre otros, aquí descansan Salvador Allende, Víctor Jara o Violeta Parra. Existe un tour guiado nocturno que quizás te resulte divertido si te gusta vivir sensaciones diferentes mientras aprendes (o recuerdas) un poco de historia.

Bellavista, Neruda y el valle de Maipo

¿Ya te has recuperado de las emociones? Pues prepárate para conocer el que quizás sea el barrio más dinámico de la capital chilena, donde las opciones de ocio se multiplican: Bellavista. Por un lado, alberga el parque más grande de la ciudad, el Metropolitano, ubicado en el cerro de San Cristóbal y que dispone de un funicular con dos paradas: el zoológico y una terraza mirador con excelsas panorámicas. Por otra parte, cuenta con teatros y centros culturales muy activos, como La Chascona, una de las casas en que habitó Neruda (la visita, que se realiza con audioguía, resulta muy agradable y permite conocer aspectos curiosos de la personalidad del poeta). El dinamismo del que hablábamos está patente en cuanto nos damos una vuelta por las calles del barrio. Aquí se reúnen personas de casi todas las clases sociales y por la noche (en especial en los alrededores de la calle Pío Nono) es un hervidero. Así que, si buscas aventuras nocturnas, este es tu lugar.

Pero Santiago alberga otras áreas de interés, como Lastarria que concentra una interesante oferta gastronómica y cultural (esconde, además, un buen número de cafés con encanto). Yungay, por su parte, es uno de los barrios más antiguos de la ciudad donde conviven tabernas un tanto desvencijadas con algunos establecimientos que empiezan a despuntar. Aquí podemos poner fin a la primera parte de nuestro viaje. No obstante, antes de tomar un vuelo que te lleve a alguno de los maravillosos rincones de Chile (recuerda que nosotros nos vamos a la Araucanía) te proponemos que realices una excursión por el Valle de Maipo, donde los colonos plantaron las primeras viñas. Una buena idea es decantarse por Santa Rita, unas bodegas que se hallan situadas a una hora del centro histórico de Santiago y que, además, cuentan con un museo y unos jardines afrancesados por los que da gusto pasear.
 

 
El fascinante mundo de la Araucanía

La región de la Araucanía, situada a casi 700 km al sur de Santiago, es la tierra de la cultura mapuche, que todavía es posible conocer de primera mano. Es un mundo fascinante de lagos, volcanes, ríos y bosques donde se puede practicar todo tipo de deportes: senderismo, pesca, kayak, ciclismo de montaña, escalada... Entre todas las actividades destaca, por su espectacularidad, la ascensión al cráter del Villarrica. Requiere de una buena condición física pero no experiencia previa; no obstante, se recomienda vivir la aventura de la mano de una agencia especializada. Pero no te preocupes si prefieres otro tipo de emociones porque es un lugar acostumbrado a recibir multitud de visitantes y que dispone de alternativas para casi todos los gustos. Un buen ejemplo de ello son sus alojamientos, como el elegido por nosotros como campo base: el Vira Vira. En esta hacienda (o en sus alrededores) vivimos experiencias como navegar en bote a través del río Liucura, despertarnos y ver caballos pastando alegremente a 15 metros de nuestra habitación acristalada o disfrutar del relax de un baño de agua caliente al aire libre bajo un cielo estrellado.

 
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Volcán Villarica. Araucania

Aventuras entre volcanes

Si Santiago es la puerta de entrada a Chile, Temuco lo es a la Araucanía. Esta ciudad, dinámica y eminentemente universitaria, dispone de un moderno aeropuerto y de tres atractivos que destacan sobre el resto: el Mercado Municipal (estupendo para comprar artesanía y comer platos típicos), el Museo Regional (ubicado en una antigua casa colonial, cuenta con una colección de pintura, arqueología y fotografía) y el Cerro Ñielol (un Área Silvestre Protegida con agradables bosques para pasear).

No obstante, nuestra recomendación es no emplear más de medio día en Temuco y dirigirse a lugares como Pucón o Villarrica que suelen resultar más atractivos para los visitantes, además de contar con todo tipo de divertimentos. Lo primero que llama la atención en estas ciudades es su arquitectura, que recuerda en cierta manera a Los Alpes y que tiene su origen en los colonos alemanes que aquí se asentaron. Restaurantes, casinos, hoteles y agencias de viajes por doquier nos esperan entre sus casas de madera para descansar, tomar fuerzas y prepararnos para descubrir esta región, que es justo lo que pretendemos en estos momentos.
 

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Lago Villarica

Nos encontramos en el conocido como territorio andino-lacustre de la Araucanía que alberga, entre otros espacios naturales, cuatro parques nacionales. Según la estación, el paisaje y las actividades varían considerablemente. En primavera, podemos, por ejemplo, recorrer con una bicicleta de montaña parte del Parque Nacional de Conguillío; el verano es un buen momento para disfrutar del sol y las playas del lago Villarrica, donde se puede practicar, además, esquí acuático, windsurf o la navegación en velero; durante el otoño no hay que perder la oportunidad de caminar por los bosques del Huerquehue o entre los cráteres de la Reserva Natural del Santuario El Cañi, desde donde podrás observar los volcanes Lanín, Villarrica, Quetrupillán y Llaima; y, finalmente, el invierno, perfecto para disfrutar de araucarias cubiertas de nieve y, si hay ganas, de los descensos por las pistas del centro de esquí Pucón.

Pero lo bueno, y excepcional comparado con otros sitios, es que la zona ofrece mucho más. ¿Te apetece practicar rafting? Ríos como el Trancura, con rápidos que quitan el hipo, o el Liucura, ideal para principiantes, te están esperando. Y después, ¿qué tal un baño relajante? Si miras cualquier mapa turístico seguramente comprobarás que te encuentras cerca de unas termas. Te recomendamos que busques y pruebes las Geométricas, probablemente las más famosas. Y con razón porque sus pozas talladas en un quebrado, junto a sus pasarelas de madera, ayudan a olvidarse de agujetas y penas.
 

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Ríos, cascadas, lagos... en la Araucania el agua es una constante.

Conocer la cultura mapuche

Los mapuches conforman el pueblo originario más numeroso de Chile. Son famosos por su espíritu aguerrido que les impulsó a luchar contra los españoles y, hoy en día, a tratar de conservar sus tierras y tradiciones. Su lengua se llama mapudungún y su filosofía está llena de simbolismos. Por ejemplo, la tierra es la madre (nuke mapu) y los humanos son considerados brotes (choyun). Para ellos, todo lo que existe en el Universo está constituido por la misma esencia y por ello todo tiene valor. El número cuatro es sagrado y representa la armonía. Cuando hablan de ‘az’ se están refiriendo a lo hermoso y al orden. Sus tradiciones tampoco dejan indiferente, como el Eluwun, un rito funerario donde se evalúa si el fallecido ha cumplido su rol social. Y así podríamos continuar largo y tendido hablando de una concepción de la vida apasionante.

Para sentir de verdad la cultura mapuche te proponemos tres actividades.

Una primera toma de contacto se puede realizar en el Museo Mapuche de Pucón. Este pequeño centro cultural dispone de una interesante colección de máscaras, esculturas, instrumentos musicales, hachas y cerámica con la que se puede empezar a aprender sobre la riqueza del grupo étnico más importante de Chile.

Después te puedes trasladar hasta la comunidad de Quelhue para conocer la Ruka Antú Rayen (Flor del Sol). La primera impresión es que se trata de un “lugar para guiris” ya que, entre otras cosas, te invitan a “disfrazarte” con sus ropas típicas y a tocar sus instrumentos musicales. Pero, poco a poco (y más escuchando atentamente) se aprenden muchas de sus costumbres. Además, la familia Huayquifil, que es quien ha desarrollado esta iniciativa, es muy hospitalaria y resulta todo un placer compartir mesa con ellos y jugar al palín (parecido al hockey sobre hierba, antaño servía para sellar alianzas). Si crees que puedes disfrutar de este tipo de experiencias anímate a dormir en una de sus cabañas (capacidad para seis personas) y realiza junto a ellos otras actividades propias del campo (cortar leña, esquilar ovejas, recoger huevos, etc.)

Finalmente, te recomendamos acercarte a Curarrehue, casi en la frontera con Argentina, para conocer el sencillo restaurante y la escuela de cocina de Anita Epulef. Esta señora, modesta y gran comunicadora, está contribuyendo de manera notable a la supervivencia de la cultura mapuche desde el punto de vista de su gastronomía. Con frases que podrían haber salido de la boca del mismísimo Ferrán Adriá (“la cocina es un espacio abierto a la creatividad”) y otras que nos hablan de sus orígenes (“aprendí de mi abuela. Pero ella no hablaba de recetas sino de la vida”), no es extraño quedar encandilado por su personalidad. Su conversación también recalca la importancia del cuidado del medio ambiente (en su huerto intenta conservar las semillas “limpias”, sin mezclas genéticas) y la importancia de la colaboración entre los miembros de una sociedad. 

 

Todo ello con una humildad que llama aún más la atención cuando descubres que esta mujer se ha convertido en un referente dentro del movimiento slow food y que ha sido invitada a ferias y universidades de Perú, Brasil, Argentina o Francia.

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