A unos setenta kilómetros de Chichén Itzá, se encuentra la que tal vez sea la más vistosa y auténtica de todas las ciudades coloniales yucatecas, Izamal. En esta tranquila y pequeña localidad predomina el color amarillo ocre, y en ella se pueden admirar restos de construcciones mayas, como la pirámide Kinich Kak Moo e interesantes ejemplos de arquitectura colonial española, además del imponente convento franciscano de San Antonio de Padua, construido en la segunda mitad del siglo XVI.
Valladolid es otra pequeña y pintoresca villa de sabor colonial, de calles tranquilas y muros de tonos pastel bañados por el sol. La ausencia de yacimientos importantes la ha mantenido como un lugar escasamente frecuentado, y es un buen rincón para chapotear en las límpidas aguas de los cenotes Suytun, Samulá y Dzitnup. Unas escaleras de piedra me conducen hasta el interior del primero, el de Suytun. El diámetro colosal de la bóveda, las formas que inventan sus piedras y los reflejos del sol sobre el agua hacen que me atrape a primera vista. Me sumerjo en el agua con linterna en mano. Un banco de peces plateados desfila ante mis ojos y, en un momento, desaparecen más abajo, en el verde profundo. Este lugar es tan bello como peligroso, algo que me infunde una extraña mezcla de sentimientos, entre atracción, respeto y temor.
Las únicas irregularidades geográficas que rompen la monótona planicie de Yucatán son las onduladas colinas de la región Puuc, que en maya significa montículo. La ciudad más imponente de la sugestiva ruta del mismo nombre es Uxmal, la ‘tres veces construida’, aunque lo cierto es que se reedificó hasta en cinco ocasiones. Posee maravillosos edificios como el Cuadrángulo de las Monjas o el Palacio del Gobernador, pero el que más impresiona es, quizá, la Pirámide del Adivino. Cuenta la leyenda que un enano desafió al rey de Uxmal y lo venció en pruebas tan insólitas como construir un palacio en tan solo una noche o romper nueces de cocoyoles con la cabeza. Como recompensa a estas proezas se le nombró gobernador de Uxmal. Integrados en este magnífico conjunto están también la Casa de las Tortugas, la cancha del Juego de Pelota y la Gran Pirámide. Exhausta tras explorar todo el recinto, me tomo un merecido descanso y presencio el espectáculo de luz y sonido que hay todos los días a las siete de la tarde y que recrea, con una voz en off y una acertada iluminación, la historia del lugar.
Las casas de Izamal se identifican por el color ocre de sus paredes.
Cenotes, playas y antiguas ciudades mayas son los grandes atractivos de Yucatán.